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DOMINGO III DE ADVIENTO -C- GAUDETE

DOMINGO III DE ADVIENTO -C-   GAUDETE

DOMINGO III DE ADVIENTO -C-

(GAUDETE)

 

CITAS BÍBLICAS: Sof 3, 14-18a * Flp 4, 4-7 * Lc 3, 10-18

Llegamos al domingo tercero de Adviento, un domingo que recibe el sobrenombre de Gaudete porque en él, la liturgia, nos mueve a la alegría, ya que cada vez está más cerca la venida del Señor.

San Pablo en la epístola nos dice: «Estad siempre alegres en el señor; os lo repito, estad alegres». Sabemos que en la vida la alegría es contagiosa. Por eso nuestra alegría ha de tener la finalidad de empujar a los que nos rodean a estar también alegres. San Pablo añade: «Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca». Viene a salvarnos, viene a liberarnos de las esclavitudes y sufrimientos que son fruto de nuestros pecados. No es concebible ver a un cristiano triste. Como decía aquel santo: “Un santo triste es un triste santo”. Como signo patente de esa alegría de la Iglesia, veremos que hasta la liturgia cambia en los ornamentos el color morado, por el color rosa. Todo invita a la alegría y a la esperanza.

Para prepararnos adecuadamente a la venida del Señor, nosotros podemos preguntar, como aquellos que escuchaban a Juan: «¿Qué hacemos?». La respuesta de Juan nos invita a la conversión. La conversión implica un cambio de vida, un cambio de rumbo. Si hasta ahora hemos estado pendientes de nosotros mismos, de nuestro cuerpo, de nuestros bienes, y de nuestras riquezas, es necesario arrojar de nuestro corazón todo egoísmo y compartir lo que tenemos con los más necesitados. Es necesario tratar a los que nos rodean de la misma manera que queremos que ellos nos traten a nosotros.

Juan dirá en el evangelio que él no es el Mesías, que él ha sido enviado a prepararle el camino. Que él quiere que al llegar encuentre un pueblo bien dispuesto. Esa es también nuestra misión como discípulos del Señor. Somos los amigos del novio que preparamos su venida. El Señor viene y nuestra misión es anunciar con alegría a los que nos rodean su llegada. Encarnamos en medio de esta generación, en medio de esta sociedad, la figura de Juan que hace presente al que ha de venir.

Llega el momento, como decía el Señor en el evangelio de la semana pasada, de levantar la cabeza, de vivir confiados, de no desesperar, porque con el Señor llega nuestra liberación.

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