DOMINGO III DE ADVIENTO (GAUDETE) -B-
«EL SEÑOR ME HA ENVIADO A DAR LA BUENA NOTICIA A LOS QUE SUFREN»
CITAS BÍBLICAS: Is 61, 1-2a. 10-11 * 1 Tes 5, 16-24 * Jn 1, 6-8. 19-28
Llegamos al tercer domingo de Adviento. En este domingo, la Iglesia, en nuestro camino hacia la Navidad, hace algo así como situarnos sobre una colina desde la que se divisa a lo lejos la meta hacia la que nos lleva este tiempo litúrgico: la venida en el tiempo de nuestro Salvador, el Señor Jesús.
En este domingo, llamado Gaudete, la Iglesia quiere que hasta los signos litúrgicos dispongan nuestro ánimo para esperar con ilusión la Navidad. Para ello, dejará de lado el color morado de los ornamentos y lo cambiará por el color rosa. Será algo así como un luto aliviado.
También las palabras elegidas para la Eucaristía están cargadas de esperanza y son como un bálsamo que alivia nuestros sufrimientos. Isaías pondrá en boca del Siervo de Yahvé, el Señor Jesús, estas palabras de consuelo: «El Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor». ¿Te sientes identificado en estas palabras? ¿Eres consciente de que en tu vida hay sufrimientos diversos, que a veces sientes el corazón desgarrado por problemas que no tienes bajo control, o tienes la sensación de vivir esclavo del qué dirán, de tus inclinaciones, de tus pecados, de tus obsesiones o de tus manías? Si es así, estás de enhorabuena. Ese Pequeñito que nacerá pronto en Belén, trae la solución a tus problemas. Dios-Padre lo envía para salvar lo que no tiene salvación. Sólo hace falta que prepares tu corazón para recibirlo, reconociendo tus miserias y tu impotencia para hacer las cosas bien hechas.
Si todo lo dicho es realidad en tu vida, no cabe duda de que se cumplirá el deseo que san Pablo expresa en su carta a los Tesalonicenses: «Estad siempre alegres», nos dice, porque la alegría sana es fruto de tener la conciencia tranquila. El Señor dice: «Por sus frutos los conoceréis». Y, ¿cuál es uno de los frutos que ofrece la vida del cristiano? Sin duda, la alegría. Alegría sana que nace del corazón que está reconciliado con la historia, con la vida.
Juan Bautista, en el evangelio sigue llamándonos a conversión. De nuevo nos invita a allanar los caminos, los senderos, por los que ha de llegar el Señor. Juan, con su predicación, quiere preparar un pueblo bien dispuesto para el Señor. Un pueblo humilde que no tenga inconveniente en reconocer su pobreza y su limitación. Un pueblo en el que el Señor al llegar se encuentre a gusto. De ti y de mí depende que esto sea realidad.
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