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DOMINGO II DE ADVIENTO -B-

DOMINGO II DE ADVIENTO -B-

«PREPARADLE EL CAMINO AL SEÑOR»

 

CITAS BÍBLICAS:  Is 40, 1-5. 9-11 * 2 Pe 3, 8-14 * Mc 1, 1-8 

La palabra de Isaías que hoy nos ofrece la Iglesia para este segundo domingo de Adviento, refleja perfectamente tu situación y la mía. El Señor, que conoce sin duda nuestros sufrimientos y nuestras luchas, viene a hablarnos al corazón. Viene a levantar nuestro ánimo tantas veces decaído a causa de nuestros pecados e infidelidades. Nos dice: «Se ha cumplido tu servicio… tu crimen está pagado». El Señor llega y como siempre viene a salvarnos.

Hoy la Palabra nos dice: «En el desierto preparadle un camino al Señor». Podemos preguntarnos, ¿cómo hemos de preparar al Señor ese camino? Nos responde a continuación el Profeta: «Que los valles se levanten, que los montes y las colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale». Dicho de otra manera, que nos convirtamos de nuestro orgullo y de nuestra soberbia y que reconozcamos nuestra pobreza y nuestra impotencia, que volvamos el rostro hacia él.  

La Palabra también nos indica dónde debemos preparar ese camino al Señor: «En el desierto». En el desierto de nuestra vida. Una vida en la que abundan las espinas: enfermedades, problemas familiares, problemas en el trabajo o en el paro, problemas económicos o de relación…  Una vida llena de dificultades, como ese vicio que nos domina y que no queremos que los demás conozcan… Esta es nuestra realidad, aunque pretendamos disimularla mediante la barahúnda de la vida diaria.

Es en esa realidad en donde resuena la palabra del Adviento: «No temas: aquí está tu Dios. Mira: Dios, el Señor llega con fuerza, su brazo domina… Como un pastor apacienta el rebaño, su mano los reúne. Lleva en brazos los corderos, cuida de las madres.» Son palabras de consuelo y de ánimo. Son palabras que ponen al descubierto el corazón amoroso de alguien que no sólo es nuestro Dios, sino que es también a la vez nuestro Padre.

En el evangelio de hoy es Juan el que, encarnando la figura del profeta, y mediante un bautismo de penitencia, nos invita a prepararnos para recibir a Aquel que viene a salvarnos y que nos bautizará con Espíritu Santo.

La mejor actitud para esperar al Señor en nuestra vida, es reconocer que necesitamos ser salvados. Como dice un himno al Espíritu Santo, “el Señor salva al que busca salvarse”. ¿Tú sientes necesidad de ser liberado de todas las ataduras que te impiden ser feliz? ¿De todas esas inclinaciones que, con frecuencia, te hacen compórtate como a ti no te gusta? Si es así, estás en el mejor momento. Espera en el Señor. Ponte ante él mostrándole que quieres hacer lo que al él le gusta, pero que no puedes. El Señor está cerca y no tardará. Ten ánimo. Espera en el Señor. Prepárate para su venida.


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