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DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

«EL PRIMERO ENTRE VOSOTROS SERÁ VUESTRO SERVIDOR»

 

CITAS BÍBLICAS: Mal 1, 14b—2, 2b. 8-10 * 1Tes 2,7b-9.13 * Mt 23, 1-12

La naturaleza humana, herida por el pecado, busca por todos los medios ser, destacar, ocupar un lugar de relevancia en la vida. Tú y yo, necesitamos imperiosamente llenar el hueco dejado por el Amor de Dios en nuestro corazón, a causa de nuestro pecado. Hemos sido creados para ser felices, pero nos encontramos con la amarga realidad de no poder conseguirlo.

Esta situación, que a los ojos del mundo puede parecer una condenación, vista desde la fe no es otra cosa que un rasgo más del amor de Dios. Si las cosas del mundo, afectos, riquezas, poder, etc., fueran capaces de llenar el vacío de nuestro corazón, jamás buscaríamos a Dios y jamás llegaríamos a saborear la felicidad que es estar unidos a Él, por toda una eternidad. Nunca se haría realidad la razón última por la que hemos sido creados.

A los fariseos y a los letrados a los que se refiere el Señor Jesús en el evangelio, les sucede exactamente todo esto. El Señor dice de ellos: «alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame “maestros”». Buscan con este comportamiento satisfacer su ansia de ser, de aparentar, de destacar. Buscan en el fondo la felicidad. Algo que por más que se esfuercen nunca consiguen.

A continuación, el Señor nos dice cuál ha de ser nuestro comportamiento y nuestra forma de hablar. No os dejéis llamar maestros, dirá, ni jefes y ni mucho menos padres, porque sólo tenemos un Padre que es el del cielo y un sólo Señor que es el Cristo.

Lo que dice a continuación el Señor Jesús es totalmente contrario al espíritu del mundo: «El primero entre vosotros sea vuestro servidor. El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido». Es la forma de obrar de Dios, que se complace en el humilde y mira al soberbio de lejos. La humildad, es la virtud, es la actitud, que más agrada al Señor. La Virgen, dice en el Magníficat: «El Señor ha mirado la humildad de su esclava», por eso todas las generaciones la felicitarán y la llamarán bienaventurada.

Cuando tú y yo nos humillamos reconociendo nuestra pequeñez, nuestra impotencia y nuestro pecado, hacemos posible que se vea en nosotros la obra del Señor. No debemos querer ser protagonistas como los escribas y fariseos, debemos querer que los que nos rodean, familiares, amigos o vecinos, vean que, en nosotros, que valemos muy poco, el Señor realiza grandes obras. Es una estupenda forma, que está a nuestro alcance, para dar gloria a Dios.


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