DOMINGO VII DE PASCUA - ASCENSIÓN DEL SEÑOR -A-
«TODO LO PUSO BAJO SUS PIES Y LO DIO A LA IGLESIA COMO CABEZA»
CITAS BÍBLICAS: Hch 1, 1-11* Ef 1, 17-23 * Mt 28, 16-20
El Señor Jesús después de resucitado estuvo manifestándose durante cuarenta días a sus discípulos, fortaleciendo la fe en su persona y en el hecho mismo de la resurrección. Serán en la Iglesia naciente testigos de esa resurrección, afirmando, como lo hace Pedro en los Hechos de los Apóstoles, «Nosotros somos esos testigos, comimos y bebimos con él, después de que resucitó».
Hoy, cuarenta días después de la resurrección, llega el momento de que el Señor regrese junto al Padre. Antes de hacerlo, el Señor Jesús reúne a sus discípulos y pone en sus manos la que será la misión primordial de la Iglesia. Les dice: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, nos narra los últimos momentos de la estancia del Señor con sus discípulos, así como las recomendaciones que les hace. En primer lugar, les recomienda: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre de la que os he hablado... Juan bautizó con agua, vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo». Les anuncia de esta manera la inminente venida del Espíritu Santo, que hará de ellos «sus testigos en Jerusalén, en Samaría y hasta los confines de la tierra». Dicho esto, continúa san Lucas, «lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista».
Este pasaje es consolador y hace referencia directa a tu vida y a la mía. Hoy, esos discípulos de los que habla la Palabra, somos tú y yo. Por lo tanto, las palabras del señor Jesús se refieren a ti y a mí. Tú y yo, que hemos visto que el Señor Resucitado ha actuado muchas veces en nuestra vida, somos llamados a testimoniar delante de los que nos rodean, que Él vive entre nosotros, que no es una idea o una ilusión, que su presencia es real.
Somos testigos, también, de que ha recibido del Padre todo poder y que intercede ante él por todos nosotros. Que, en nuestras luchas, fracasos, tentaciones, enfermedades y alegrías, está junto a nosotros, que es el Señor, el Kyrios. Qué Él es la cabeza del cuerpo del que nosotros somos los miembros. Que esa cabeza está en el cielo, y que de la misma manera que en un parto en cuanto aparece la cabeza del niño le sigue todo el cuerpo, también a nosotros, Él, nos arrastrará y nos introducirá en el cielo.
El Señor también nos hace otra recomendación importante: «No os alejéis de Jerusalén», que equivale a decirnos: no os alejéis de la Iglesia, porque en ella encontraréis la fuerza y el consuelo del Espíritu Santo para hacer frente a todas las dificultades y luchas de la vida. Y vivid sin temor, «porque yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo».
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