DOMINGO II DE TIEMPO ORDINARIO -A-
«HE AHÍ EL CORDERO QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO»
CITAS BÍBLICAS: Is 49, 3.5-6 * 1Cor 1, 1-3 * Jn 1, 29-34
En el evangelio de hoy vemos a Juan el Bautista rodeado por sus discípulos. De momento ve al Señor que se acerca y cumple con la misión para la que ha sido llamado. Dirigiéndose a los que le acompañan, da testimonio del Señor Jesús y señalándolo dice: «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». «Éste es de quien yo dije: tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo».
Juan cumple con la doble misión para la que ha sido llamado. Por una parte, predicando un bautismo de penitencia, prepara el camino a aquel que debe venir. Lo hace para que al llegar encuentre un pueblo bien dispuesto que quiera recibirlo. Por otra parte, cuando se presenta Jesús, da testimonio de él y lo muestra a sus discípulos señalándolo como al verdadero Mesías. Con esto da por terminada su misión. Así lo reconocerá en otra parte del evangelio cuando afirma: «Es necesario que él crezca y que yo disminuya». Juan, humildemente, reconoce así que sólo ha sido un instrumento en las manos de Dios-Padre, para llevar a término la misión que se le ha encomendado. No pretende retener a sus discípulos, sino que se limita a indicarles, a mostrarles, a quién deben seguir.
Aunque a algunos les resulte extraño, nosotros ocupamos hoy el lugar de Juan el Bautista. El Señor nos ha llamado a su Iglesia para que, conociéndole a él, nosotros hagamos que otros lleguen también a conocerlo. Encontrarse con Cristo es el único camino que lleva al hombre a ser feliz. Nosotros tenemos la experiencia de que hemos buscado la felicidad de muchas maneras. La hemos buscado a través del dinero, de las riquezas. La hemos buscado queriendo tener éxito en nuestro trabajo, en nuestras relaciones con los demás. La hemos buscado en la diversión, en el sexo, en la comida o en la bebida. Sin embargo, tenemos que confesar que con todo esto sólo hemos logrado vivir momentos de una felicidad fugaz, que no ha sido capaz de saciarnos y que sólo ha producido en nosotros insatisfacción.
El origen de esta situación es sin duda nuestro pecado. Tú y yo, hemos querido vivir la vida a nuestro aire. Hemos rechazado aquella vida que Dios había previsto para nosotros y nos hemos separado de él, que era el origen de nuestra vida y nuestra felicidad. El resultado ha sido que, sacando a Dios del corazón, nos hemos encontrado vacíos, sin saber para qué vivimos, y desconociendo cuál es el sentido último de nuestra existencia. Pero Dios, ha tenido misericordia de nosotros, y a través de su Iglesia nos ha mostrado su amor y su perdón. Lo ha hecho porque nos ama, pero también porque ama con locura a todos los hombres, y quiere para todos la salvación. Para lograr este objetivo, a ti ya mí nos ha colmado de dones, pero lo ha hecho en función de los demás. Lo ha hecho para que nosotros, después de haberle conocido a Él, seamos sus testigos como Juan el Bautista, y hagamos que se encuentren con Él, mostrándoles cual es el verdadero camino de la felicidad. Este camino no es otro, que el encuentro personal con el Señor, experimentando en el corazón su amor y su perdón.
0 comentarios