DOMINGO I DE ADVIENTO -A-
«ESTAD PREPARADOS PORQUE EL SEÑOR LLEGA»
CITAS BÍBLICAS: Is 2, 1-5 * Rm 13, 11-14 * Mt 24, 37-44
Damos comienzo en este domingo a un nuevo año litúrgico. A través de él, la Iglesia nos hará contemplar la figura del Señor Jesús, entroncada en la historia de salvación personal de cada uno de nosotros. Lo acompañaremos desde su nacimiento en Belén hasta su Ascensión a los cielos. Lo haremos, principalmente, a través del evangelio de san Mateo que es el que la liturgia nos propone para el ciclo A.
La primera parte de este recorrido anual lo forman las cuatro semanas que preceden al nacimiento del Señor en Belén, y que constituyen el Adviento. De estas cuatro semanas, las tres primeras, hasta el día 17 de diciembre, nos anuncian la venida del Señor Jesús al final de los tiempos. Nos hacen presente la parusía. A partir del día 17 de diciembre, la liturgia nos prepara de una manera inmediata a la celebración del gran acontecimiento de la Navidad, con el nacimiento del Niño Jesús en Belén.
Muchas veces vivimos casi ignorando que en este mundo sólo estamos de paso. Tenemos tendencia a aposentarnos como si nuestra estancia en esta tierra fuera definitiva. Pero no es cierto, somos ciudadanos del Cielo que, de momento, peregrinan en esta tierra. Por eso, es necesario no perder de vista cuál es nuestro fin. En el horizonte de nuestra vida ha de aparecer con claridad nuestra meta, la vida eterna, el Cielo.
En el evangelio de hoy, el Señor Jesús, nos indica cuál ha de ser nuestra actitud. Nos advierte que puede sucedernos lo mismo que ocurrió en tiempos de Noé: «Antes del diluvio la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que entró Noé en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos.» «Por tanto, dice, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.»
Hemos de evitar caer en la tentación de pensar que el final está muy lejos. Quizá, el final de los tiempos sí, pero, es necesario que tú y yo no olvidemos que desconocemos cuál será nuestro final y que, quizá, puede no estar muy lejano. No lo decimos para infundir miedo a nadie, pero hay que reconocer que sería muy necio vivir la vida como si nunca hubiera de llegar el final.
El Adviento nos invita a estar alerta esperando la venida del Señor. Se trata de un tiempo especial de conversión, estando convencidos de nuestra realidad de pecado y de la necesidad que tenemos de encontrarnos con el Señor. San Pablo, en su carta, nos invita a ser conscientes de esta realidad y nos dice: «Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabilarse, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.»
Alegrémonos, pues, porque el Señor llega, y llega para salvar.
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