DOMINGO XXXIV DEL T. O -C- CRISTO REY
«CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO IMPERA»
CITAS BÍBLICAS: 2Sa 5, 1-3 * Col 1, 12-20 * Lc 23, 25-43
Con este domingo la Iglesia da fin al año litúrgico. El nuevo año dará comienzo el próximo domingo con el inicio del Adviento.
El Año litúrgico es el desarrollo de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo y las celebraciones de los santos que nos propone la Iglesia a lo largo del año. Es vivir y no sólo recordar en un año, toda la historia de la salvación. Es un camino de fe que nos adentra y nos invita a profundizar en el misterio de la salvación. Un camino de fe para recorrer y vivir el amor divino que nos lleva a la salvación.
Cristo es el centro del año litúrgico y de toda la vida de la Iglesia. En este domingo, último del año, como culmen de toda la historia de la salvación, la Iglesia pone a nuestra consideración la figura de Cristo Rey del Universo.
La realeza de Cristo no es fruto de nuestra devoción. Sabemos con certeza que lo es, porque él mismo lo afirma cuando responde a la pregunta de Pilato: «¿Luego tú eres rey?, diciéndole: Si, como dices, soy rey»
En su carta a los Colosenses, san Pablo nos muestra a Cristo «como primogénito de toda criatura…» Nos dice que «todo fue creado por él y para él…» que «él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia…» que «es el primero, el principio en todo.» Y en la primera carta a los Corintios nos dice: «Cristo tiene que reinar hasta que todos sus enemigos estén puestos debajo de sus pies; y el último enemigo que será derrotado es la muerte.»
Considerar la figura de Cristo Rey ha de ser para nosotros motivo de inmenso gozo. No sólo por el hecho en sí, sino porque esa realeza también nos atañe a nosotros. Como discípulos de Cristo y miembros de su Iglesia, formamos con Él, que es la cabeza, su cuerpo. Ciertamente, un cuerpo de pecadores, pobres y débiles, peregrinos en esta tierra, pero que, guiados por Él y por su Espíritu, caminamos hacia el cielo, hacia la vida eterna.
Cristo, sentado a la derecha del Padre, revestido de toda autoridad, es además para nosotros, el Kyrios, el Señor de todo principado y potestad, de todo aquello que nos domina y nos impide ser felices. Es Señor, es Rey, de nuestro mal carácter, de nuestra sexualidad descontrolada, de nuestra ambición desmedida. Es el Señor, el rey de nuestros problemas familiares, de salud, de trabajo o de relación. Es Él el que a la derecha del Padre intercede por nosotros continuamente. Es Él el que nos envía su Espíritu para que nos ayude a hacer el bien, a perdonar a nuestros enemigos y a todos los que nos ofenden. Es un Rey, que no sólo está en el cielo, sino que, como nos prometió, está y estará a nuestro lado hasta la consumación de los siglos.
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