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DOMINGO II DE ADVIENTO -A-

DOMINGO II DE ADVIENTO -A-

«PREPRAD EL CAMINO DEL SEÑOR, ALLANAD SUS SENDEROS»

 

CITAS BÍBLICAS: Is 11, 1-10 * Rm 15, 4-9 * Mt 3, 1-12

En el evangelio de este domingo aparece la figura de Juan el Bautista llamando a conversión a las gentes, para preparar la llegada del Reino de los Cielos, que él anuncia cercano. Juan Bautista es el precursor del Mesías. Es el encargado de prepararle el camino. El profeta Isaías ya hace referencia a Juan cuando dice: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»

Dentro del Adviento aparecen tres figuras fundamentales que ocupan el centro de este tiempo litúrgico: el profeta Isaías, Juan el Bautista y la Virgen María. En la primera semana del Adviento la liturgia nos mostrará la primera parte del libro del profeta Isaías, para continuar luego con el Libro de la Consolación. Ya en la tercera semana el protagonista será Juan el Bautista, y finalmente en la cuarta, el centro lo ocupará la Virgen María.

La primera lectura de hoy, sacada del libro de Isaías, nos anuncia la presencia del Mesías, representado en el Retoño del tronco de Jesé. Jesé es el padre del rey David, no en balde el Mesías será llamado Hijo de David. Isaías nos muestra al Mesías, que tendrá la misión de restaurar el orden primero, aquel que Dios tenía in mente cuando dispuso la creación del mundo. Un orden pervertido al aparecer el pecado del hombre. El relato que hace Isaías de la creación, es hermoso, aunque nos puede parecer idílico, sin embargo, podemos creer que ese era el paraíso que Dios había concebido para que en él habitáramos nosotros. Fue la insensatez del hombre, la tuya y la mía, al usar mal nuestra libertad, la que hizo rodar por los suelos el plan de Dios.

Juan, hoy, nos llama a conversión. Tenemos necesidad de reconocer nuestro pecado, que ha sido el origen de todo el mal en el que se mueve la humanidad. Hemos sido nosotros los que hemos dado la espalda a Dios, pidiendo la vida al dinero, al sexo, a todos los ídolos del mundo, llevándonos a enfrentamientos y guerras dentro de la familia y en la sociedad. El hombre se ha vuelto enemigo del hombre por su orgullo y egoísmo.

Reconocer esta situación, que no es otra cosa que convertirnos, nos llevará a experimentar la necesidad que tenemos de un Salvador. De alguien que nos introduzca en un orden nuevo en donde vuelvan a darse, el amor, la misericordia y el perdón. Un lugar en donde puedan volver a convivir el lobo y el cordero.

Isaías, refiriéndose a Juan dice, «una voz grita en el desierto preparad el camino al Señor». Hoy esa voz resuena de nuevo para ti y para mí que vivimos en el desierto de la vida. Nos invita a reconocer sin miedo nuestras limitaciones, nuestra pobreza, nuestros pecados, para que seamos conscientes de que necesitamos un Salvador. Un Salvador, que Juan nos anuncia cercano, y que derramará sobre nosotros el Espíritu Santo. 


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