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DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO VI DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

«DICHOSOS LOS POBRES, PORQUE VUESTRO ES EL REINO DE DIOS»

 

CITAS BÍBLICAS: Jer 17, 5-8 * 1Cor 15, 12.16-20 * Lc 6, 17.20-26

San Lucas en el evangelio de hoy da comienzo al Sermón del Llano, llamado así, porque nos dice que el Señor Jesús, bajando del monte con los Doce, se detiene en un llano con un grupo grande de discípulos y de gente del pueblo, procedente de toda Judea. Levantando los ojos empieza a hablarles así: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis…»

Vemos que las enseñanzas del Señor en esta ocasión, son similares a las que nos ofrece en el Sermón del Monte del evangelio de san Mateo. Los expertos opinan, sin embargo, que cada uno de estos discursos fueron hechos por el Señor en momentos distintos. Es lógico que el Señor repitiera en varias ocasiones lo que es la esencia fundamental de su doctrina. Aunque el anuncio del Evangelio va dirigido a todos los hombres en general, en esta ocasión, el Señor llama dichosos o bienaventurados a aquellos que en este momento concreto son pobres, pasan hambre, lloran, o son odiados y perseguidos por causa del Evangelio. Para todos ellos les dice: «Alegraos y saltad de gozo; porque vuestra recompensa será grande en el cielo».

Como novedad, que no aparece en el Sermón del Monte de san Mateo, el Señor continúa diciendo: «Pero, ¡ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!»

El Señor al hablar de la pobreza se refiere no sólo a los que son pobres físicamente, sino también a aquellos que somos pobres en el espíritu. Que reconocemos que tenemos debilidad a la hora de resistir nuestras tentaciones, a la hora de practicar la virtud. Somos dichosos porque tenemos la ocasión de experimentar frente a nuestra debilidad, la fuerza del Señor. Sucede lo mismo cuando se refiere a los que tienen hambre. No se trata sólo del hambre física, sino también del hambre de que se nos haga justicia contra nuestro adversario que es mucho más fuerte que nosotros. Finalmente, vivimos en un valle de lágrimas, como dice la Salve, a causa de nuestros pecados e infidelidades, pero el Señor nos anuncia que será un sufrimiento pasajero, porque nos está reservada una alegría y felicidad eternas.

Por último, no hemos de lamentar que nos haya tocado vivir en una sociedad en la que cada vez abundan más la persecución y el odio hacia la Iglesia. No podía ser de otra forma si tenemos en cuenta, como dice el Maligno al Señor en las Tentaciones, que el mundo está todo en su poder: «Porque a mí me ha sido dado». Es necesario que esto suceda, para que tengamos ocasión de ser testigos del Señor, dando a conocer a todos su Nombre y su amor.

Por nuestra parte hemos de evitar ser justicieros cuando el Señor anuncia lo que está reservado a los ricos, a los que ríen o a los que están saciados. No debemos alegrarnos con su mal, y dejar el juicio en manos de Dios. De nosotros han de nacer sentimientos de gratitud, porque no ha tenido en cuenta nuestra pobreza y nuestras miserias, sino que se ha fijado en nosotros para que hoy y aquí, colaboremos con Él a la extensión de su Reino.  


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