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DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO XV DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

«ELLOS SALIERON A PREDICAR LA CONVERSIÓN»

 

CITAS BÍBLICAS: Am 7,12-15 * Ef 1,13-14 * Mc 6,7-13

En el evangelio de hoy vemos al Señor Jesús que envía a los Doce de dos en dos, a anunciar el Evangelio. Los envía con poder, con autoridad, sobre los espíritus inmundos. Quiere que su equipaje sea lo más ligero posible. Por eso les encarga que no lleven pan, ni alforja, ni dinero, ni una túnica de repuesto. Sólo un bastón y unas sandalias.  De este modo, serán totalmente libres y no tendrán nada que defender.

La misión de los discípulos será, fundamentalmente, llevar la buena noticia del evangelio a todas las gentes. Esta buena noticia trae consigo la paz. Por eso los discípulos serán portadores de paz. Esta paz es la que proporciona tener conocimiento del amor de un Dios que es Padre, y que ama sin distinción a todos los hombres. Un Dios que, estando al corriente de la pobreza y debilidad del hombre, no se acerca a él con exigencias, sino todo lo contrario, lo que desea es que tenga conocimiento de su amor y su perdón, por encima de cualquier pecado por grave o enorme que sea.

El Señor da a sus discípulos autoridad sobre los espíritus inmundos. Nosotros, podemos preguntarnos porqué. La respuesta es sencilla. El maligno, enemigo acérrimo de Dios, tiene como objetivo enemistar al hombre, a ti y a mí, con su Creador, sembrando en el corazón la duda sobre el amor de Dios, cuando, por nuestra debilidad caemos en el pecado. Lo hace de una manera sutil, para que al comprobar que lo que hacemos nos es conforme a la voluntad de Dios, nos escandalicemos de nosotros mismos, poniendo en duda que merezcamos ser perdonados por el Señor.

Este envío a la misión que el Señor Jesús hace a sus discípulos, se actualiza en cada generación, porque a cada generación es necesario hacer llegar la noticia, la Buena Nueva, de la salvación que el Señor Jesús con su Pasión, ha ganado para todos los hombres. Hoy, somos nosotros, tú y yo, que nos llamamos discípulos de Jesús, los que recibimos el encargo. De nosotros depende que los que se relacionan contigo y conmigo, familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo o de estudio, etc., se enteren de que Dios-Padre los ama con locura, y que desea para ellos una vida y una felicidad eternas. Necesitan saber que ese amor es de tal magnitud, que el Señor no ha tenido inconveniente de entregar a su Hijo a una muerte horrorosa, para que todos, también tú y yo, nos veamos libres del pecado que cada día engendra en nosotros la muerte.

También nosotros, como los primeros discípulos, somos portadores de paz. Una paz muy diferente a la que da el mundo, porque es una paz que nace del corazón del hombre, al sentirse amado y perdonado por Dios.

Ciertamente, si nos miramos a nosotros mismos, veremos que somos pobres siervos cargados de defectos sin ningún merecimiento por nuestra parte. Sin embargo, como el Señor gusta escoger a los pequeños, a los que no valen, para confundir a los que valen, se ha complacido en nosotros dejando en nuestras manos una misión tan grande.

Agradezcamos al Señor su dignación, y pidámosle la ayuda del Espíritu Santo, para cumplir fielmente la misión para la que nos ha elegido.   


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