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DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO  -B-

«ÉSTE ENSEÑAR CON AUTORIDAD ES NUEVO»

 

CITAS BÍBLICAS: Dt 18, 15-25 * 1Cor 7, 32-35 * Mc 1, 21-28

San Marcos nos muestra al Señor Jesús predicando la Buena Noticia. Lo hace, de un modo muy especial: lo hace, con autoridad. ¿Qué significa esto? La predicación de la Buena Noticia, difiere significativamente del simple discurso o de la disertación.

Hoy vemos al Señor Jesús hablar con autoridad, hasta el punto de ordenar al maligno salir del cuerpo de un hombre y hacer que el espíritu inmundo le obedezca. Esto para los que lo presencian es nuevo. Ellos están acostumbrados a escuchar las largas peroratas de los escribas y maestros de la Ley, sin que nada extraordinario suceda. Por eso hoy, al escuchar al Señor se admiran: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen» 

Normalmente, no son las palabras las que convencen al auditorio. El anuncio del Evangelio, ha de venir refrendado por el testimonio y la vivencia del que lo anuncia. Nuestra sociedad está harta de palabras huecas. Hay un refrán que dice: “Predicar no es dar trigo”, y otro “Obras son amores y no buenas razones”.

Si tú, que te confiesas discípulo de Cristo, no realizas en tu vida obras que son propias de un discípulo del Señor, lo que digas serán palabras vanas que se llevará el viento. Si anuncias el perdón y el amor al enemigo y resulta que todos saben que estás enemistado con tu hermano, o que eres incapaz de perdonar y comprender al que te hace daño, ¿crees tú que los te escuchan darán crédito a tus palabras?

Estamos llamados a una misión muy grande. Estamos llamados a ser la boca, los brazos y el corazón del Señor Jesús en esta generación. Los que te vean han de reconocer al Señor no solo a través de tus palabras, sino principalmente por tu forma de obrar. Ha de ser suficiente verte a ti, para que los demás, detrás de tu figura adivinen la presencia de Cristo. Para eso nos llama el Señor. San Pablo dirá: “Para ser otros cristos”. Esa es la empresa que el Señor ha dejado en nuestras manos. Que los demás viendo nuestras obras tengan conocimiento de la salvación. Que conozcan a Jesucristo, que se enteren de que sus pecados están perdonados, y que lleguen a creer en la existencia de la vida eterna.

Ciertamente, esta empresa sobrepasa con mucho nuestras fuerzas, pero eso no ha de ser motivo para que nos echemos atrás. Si el Señor hubiera elegido a personas sabias, inteligentes, esforzadas, santas, etc., su obra no se vería. Serían esas personas las que recibirían las alabanzas de las gentes. Por eso, el señor ha querido elegirnos a nosotros, a ti y a mí, que no valemos, para confundir a los sabios e inteligentes, a los que valen.  

El Señor, para que podamos llevar a cabo esta obra, ha derramado sobre nosotros de manera gratuita dones abundantes que no ha dado a otras personas. Sin embargo, no lo ha hecho para que nosotros nos beneficiemos y engordemos. Lo ha hecho en función de los demás. En función del mundo, porque ama al mundo. Quiere la salvación para todos los hombres, y nos elige a ti y a mí, para que seamos instrumentos de salvación en sus manos.

La importancia de esta obra, de esta misión que nos encomienda el Señor, desborda lo que nosotros pudiéramos imaginar. Pone en nuestras manos llevar el conocimiento de la salvación del Señor Jesús, a los que nos rodean, a nuestros familiares, amigos y compañeros de trabajo. Si tú y yo no lo hacemos, es posible que nunca conozcan el amor que Dios les tiene.

La misión sobrepasa nuestras pocas fuerzas, por eso, para que esto se dé, para que sea una realidad, necesitamos la asistencia del Espíritu Santo. Él permanece en su Iglesia y está dispuesto a ayudarnos en cuanto lo invoquemos.

 

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