DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO -B-
«TODO EL MUNDO TE BUSCA»
CITAS BÍBLICAS: Job 7, 1-4.6-7 * 1Cor 9, 16-19.22-23 * Mc 1, 29-39
En este evangelio Jesús y sus discípulos se encuentran en Cafarnaúm. El Señor anuncia la Buena Nueva y cura a todos los enfermos y poseídos. Pasa la noche en oración, y cuando los discípulos de madrugada lo encuentran le dicen: «Todo el mundo te busca». Vale la pena que nos detengamos en esta frase. Podemos preguntarnos, ¿por qué la gente busca al Señor? La respuesta es sencilla. Buscan al Señor porque lo necesitan. Han descubierto su poder, y como son conscientes de sus limitaciones, de sus dolencias y enfermedades, acuden a Aquel que tiene poder de remediarlas.
El Señor ha dado comienzo a su misión. Ha venido para anunciar la Buena Noticia a los hombres. Ha venido para que todos conozcan el amor de Dios y el perdón de sus pecados. Con señales extraordinarias, curaciones y expulsión de demonios, muestra su corazón compasivo hacia todos los que le escuchan y que están sufriendo, y pone de manifiesto la veracidad de su doctrina.
En su manera de actuar podemos considerar una doble vertiente. Por un lado, como dice el profeta Isaías, hace andar a los cojos, devuelve la vista a los ciegos, pone la palabra en la boca de los mudos… cura toda dolencia física. Por otra parte, su palabra, no procura solo la salud física de los que le escuchan. Él, ha sido enviado por el Padre para liberar a todos los oprimidos por las ataduras del pecado, a aquellos que viven esclavos de sus cuerpos. A aquellos que están sometidos a la muerte, porque desconocen el amor de un Padre que nunca rechaza al pecador.
Nosotros, ahora, podemos preguntarnos. ¿somos también de los que buscan al Señor? ¿Hemos descubierto que lo necesitamos? Si somos conscientes de que estamos cansados de luchar contra nuestras malas inclinaciones, nuestros vicios ocultos, nuestras manías y obsesiones. Si estamos agobiados, porque, aunque conocemos que amar a los demás y perdonar a los que nos hacen daño es la única manera de ser felices, pero día tras día, comprobamos nuestra impotencia para llevarlo a la práctica. Si nos damos cuenta de que quisiéramos hacer el bien, pero todo lo que tocamos lo estropeamos. Que somos incapaces de salir de nosotros mismos, de nuestro orgullo, de nuestro egoísmo, para beneficiar a los demás. Si todo esto es así, sin duda, tenemos necesidad de encontrarnos con urgencia con el Señor.
Porque en nosotros, por el pecado de origen que hemos heredado de nuestros padres, nuestro hombre viejo, nuestro hombre de la carne, se resiste y no quiere morir. El maligno quiere convencernos de que la felicidad está en que los demás nos consideren, en destacar. En conseguir ser a toda costa, sin darnos cuenta de que la verdadera felicidad no consiste en recibir sino en dar. Pero, ¿cómo vamos a dar nada? ¿Cómo vamos a renunciar a nosotros mismos, a nuestros intereses, a nuestras aficiones, a nuestro dinero, si pensamos que eso es lo único que nos puede hacer felices?
Por eso necesitamos acudir al Señor. Conocerlo y amarlo es el único camino para ser verdaderamente felices. Él es el enviado de nuestro Padre Dios, precisamente, para destruir nuestro pecado y para liberarnos de los lazos del maligno y del mundo que quieren llevarnos a la perdición.
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