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DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO III DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

«VENID EN POS DE MÍ Y OS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES»

 

CITAS BÍBLICAS: Jon 3, 1-5.10 * 1Cor 7, 29-31 * Mc 1, 14-20

El evangelio de este domingo está tomado del principio del evangelio de san Marcos. El Señor Jesús ha dado inicio a su misión anunciando la próxima llegada del reino de Dios. Dice: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».

San Marcos, a continuación, nos narra cómo el Señor llama a sus primeros discípulos, a Pedro y a su hermano Andrés, que están pescando en la playa, y les promete que, de ahora en adelante, van a ser «pescadores de hombres». Ellos, sin dudarlo, dejan las redes y le siguen.

Más adelante encuentra a Santiago y a su hermano Juan que están en la barca con su padre. Les llama, y ellos al igual que han hecho Pedro y Andrés, dejan a su padre en la barca y le siguen.

Es importante señalar que, el Señor, al elegir a aquellos con los que va a compartir su misión evangelizadora, pudiendo elegir a personas formadas, entendidas en la Ley, y respetadas por todos, lo que hace es elegir a unos sencillos pescadores que no tienen ninguna formación religiosa, ni un estatus social elevado. Esta circunstancia ha de animarnos y ha de hacernos ver que, para anunciar la Buena Noticia del Evangelio, no es necesario tener títulos o categoría social, sino todo lo contrario, El Señor llama a gente sencilla, gente que no cuestiona la llamada y que está dispuesta a dejarlo todo, para seguir a Aquel que le llama.

Otra cosa que merece destacarse de estos primeros discípulos, es la disponibilidad que presentan hacia aquel que los llama. En los dos casos no dudan ni se cuestionan dejar su trabajo, ni aquellos instrumentos que hasta ahora les han servido para ganarse la vida. Lo dejan todo. Sin duda, han encontrado la perla preciosa de la parábola, han encontrado a Aquel por el que han suspirado toda su vida: al Mesías.

Hoy, Pedro y Andrés, Santiago y Juan, somos nosotros. También a ti y a mí nos llama el Señor para que seamos sus discípulos. Yo pregunto, ¿cuál es nuestra respuesta? ¿Estamos dispuestos a seguirle sin calcular demasiado los gastos, o quizá no hemos descubierto, como los discípulos del evangelio, la perla preciosa? Si tenemos miedo, es porque no acabamos de creernos que aquello que nos ofrece el Señor, es mucho más valioso que nuestros afectos, nuestras riquezas, nuestro trabajo, etc.

Lo más seguro es que veamos que no podemos compararnos con aquellos primeros discípulos. Estamos demasiado pegados a nuestro trabajo, a nuestros afectos, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros bienes, etc. Sin embargo, yo quiero señalar que esta resistencia a la llamada del Señor, no ha de hacernos caer en malhumor al comprobar nuestra impotencia. El Señor conoce perfectamente de qué pasta estamos hechos. Conoce nuestras miserias, nuestra cobardía, nuestro respeto humano, nuestra burguesía, y, sin embargo, mantiene en pie su llamada. Él está dispuesto a suplir estas deficiencias, con tal de que nosotros no tengamos inconveniente en reconocerlas, y le dejemos obrar en nuestras vidas. Si tu actitud y la mía, es una actitud de humildad al reconocer nuestra impotencia para seguir al Señor, confiemos en él, porque el resto quedará en sus manos.  

 


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