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DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

EL REINO DE LOS CIELOS ES SEMEJANTE A...

 

CITAS BÍBLICAS: Sb 12,13.16-19 * Rm 8, 26-27 * Mt 13, 24-43

El Señor Jesús sigue hablando a las gentes mediante parábolas. Hoy son tres las que la Iglesia nos propone en el evangelio. La primera es la parábola de la cizaña. Esta parábola pone de manifiesto el antagonismo que desde el principio de los tiempos ha existido entre el bien y el mal.

Sabemos que antes de la creación del mundo, Dios, supremo bien, creó a los ángeles. Conocemos también por las Escrituras cómo un grupo de esos ángeles, capitaneado por Luzbel, se rebeló contra su Creador. Finalmente, conocemos también, cómo Miguel y sus ángeles entablaron batalla contra los rebeldes, les vencieron y les arrojaron del cielo.

Este enfrentamiento entre el bien y el mal, ha estado presente desde el principio en toda la historia de la salvación. El maligno, con su soberbia, ha intentado desde siempre hacer daño al Creador, sin conseguirlo. Por eso, no pudiendo atacarle personalmente, ha pretendido hacerle daño atacando al hombre que es la criatura predilecta de Dios.

Hoy, por una parte, vemos al sembrador, al Señor Jesús, sembrando buena semilla en el campo del mundo, y vemos también cómo el enemigo, por la noche, siembra en el campo la cizaña. Al crecer, empiezan a distinguirse las plantas de trigo y también las de cizaña, pero, como muestra de la paciencia de Dios y de su amor hacia el que se equivoca, no se arranca de inmediato la cizaña, sino que se deja que crezca junto con el trigo. Se trata de dar un tiempo de gracia, un tiempo que permita al pecador dar un giro a su vida, abriéndose a la misericordia de Dios y a su perdón.

¿Qué sería de nosotros si, cuando pecamos, cuando damos la espalda a Dios, él actuara de inmediato como lo hacen los hombres aplicando la justicia humana? Ninguno de nosotros alcanzaría la salvación. Por eso es necesario estar atentos continuamente porque no todo lo que encontramos en el mundo es trigo limpio. Necesitamos que el Señor nos conceda discernimiento para poder distinguir el bien de aquello que no lo es, a pesar de parecerlo.

Otra parábola del Señor Jesús es la del grano de mostaza. Se trata de una parábola que hace referencia directa a la Iglesia. La semilla de mostaza es una de las semillas más diminutas que podamos encontrar. Sin embargo, cuando se deposita en la tierra y germina, crece hasta convertirse en un arbusto más alto que las hortalizas, de manera que permite que los pájaros aniden en sus ramas.

Hemos dicho que esta parábola hace referencia a la Iglesia, que es el Reino de los cielos en el mundo, porque en el transcurso de la historia, el crecimiento que ha experimentado ha sido semejante al de la semilla de mostaza. Comenzó con doce pobres hombres, la mayoría pescadores, que no tenían una gran cultura, sino todo lo contrario, y que en los momentos difíciles abandonaron a su Maestro y se escondieron temerosos. Este material humano es que eligió el Señor Jesús para dar comienzo a su Iglesia, y fue la humildad, la pobreza y la sencillez de aquellos hombres, unida a la acción del Espíritu Santo en ellos, la que hizo que Iglesia se extendiera por todo el mundo como una mancha de aceite. Aquella semilla, ahora árbol frondoso, es la que hoy nos da cobijo a todos los creyentes.

Finalmente, una tercera parábola, la de la levadura, es la que pone de manifiesto la misión que Dios desea que llevemos a cabo los creyentes. Para hacer fermentar una gran masa de harina, sólo hace falta una pequeña cantidad de levadura. Esa levadura somos tú y yo, que somos muy poca cosa, pero que podemos ser capaces de hacer fermentar a una gran masa de personas, si dejamos que el Señor actúe en nuestras vidas. El mérito no será nuestro, será del Señor, pero nosotros habremos sido instrumento en sus manos para que su salvación alcance a todos los que nos rodean. Dejémonos, pues, llevar por Él, si lo hacemos seremos los primeros beneficiarios.

 

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