DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-
«NO TENGÁIS MIEDO A LOS QUE MATAN EL CUERPO, PERO NO PUEDEN MATAR EL ALMA»
CITAS BÍBLICAS: Jer 20, 10-13 * Rm 5, 12-15 * Mt 10, 26-33
Estamos empezando a vivir, en cuanto a nuestra vida de fe se refiere, momentos un tanto difíciles. Son muchos los acontecimientos que suceden en nuestra nación, que ponen de manifiesto sentimientos de revancha por parte personas descreídas. Amparados en una mal entendida libertad de expresión, se ensañan atacando a la Iglesia directamente, poniendo de manifiesto su odio mediante pintadas en las puertas y muros de los templos, o destrozando imágenes religiosas. Se está perdiendo el respeto a lo sagrado.
Estos hechos no son extraños al cristianismo. La Iglesia ha sufrido persecución, ya lo advirtió el Señor Jesús, en todas las épocas. Si hoy nos llama la atención, es porque durante bastantes años hemos podido practicar nuestra fe sin grandes dificultades, en medio del respeto de unos o la indiferencia de otros. Hoy las cosas empiezan a cambiar, pero, como ha ocurrido siempre en la historia, las dificultades y persecuciones han sido las que han dado mayor vigor a la Iglesia.
Quizá por haber vivido una época de bonanza en la práctica de nuestra fe, nos hemos aburguesado un tanto. Es fácil que hayamos perdido de vista cuál es nuestra misión como discípulos del Señor. No hemos sido llamados a la Iglesia para asegurarnos nuestra salvación personal, sino para trabajar extendiendo el Reino de Dios, dando a conocer a los que nos rodean el perdón de los pecados y la vida eterna que el Señor Jesús nos ha ganado, con su Muerte y Resurrección.
Todo este preámbulo viene a cuento por el evangelio que hoy nos propone al Iglesia. El Señor Jesús dice a sus apóstoles, o sea a ti y a mí: «No tengáis miedo a los hombres… lo que os digo de noche decidlo a pleno día, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea». Y sigue diciendo: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma» «Temed al que puede destruir con fuego el alma y el cuerpo».
El Señor sabe las dificultades y persecuciones que van a sufrir sus discípulos, ya se lo advirtió cuando les dijo: «En el mundo tendréis tribulación». Esta frase también es para nosotros que somos, hoy, sus discípulos. El mundo nos odiará porque no somos del mundo, pero el Padre, que se preocupa hasta de los pajarillos, también se preocupa de nosotros, pues como dice el Señor Jesús, «hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. Por eso, no tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones».
El evangelio termina con una frase que ha de hacer que tengamos las orejas bien tiesas. Dice el Señor: «Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo». Esto, amigos míos, es muy serio, y nos ha de hacer reflexionar. La misión que el Señor ha puesto en tus manos y en las mías, no puede ser más importante. De nosotros depende que la Buena Noticia de la salvación alcance a todos los que nos rodean. Ciertamente, somos pecadores y débiles, y en ocasiones callamos por respeto humano cuando deberíamos ser testigos valientes del Señor. Tenemos miedo al mundo, pero, cuando el Señor nos eligió, ya conocía nuestra debilidad y nuestra condición pecadora, por eso, hoy, dispuesto siempre a ayudarnos en nuestra misión, nos dice: «Ánimo, no temas, estoy contigo. Yo he vencido al mundo».
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