LA DIVINA MISERICORDIA
LA DIVINA MISERICORDIA
En el segundo domingo de Pascua, la Iglesia celebra el Domingo de la Divina Misericordia. Esta fiesta tiene su origen en las revelaciones privadas de Santa Faustina Kowalska, religiosa polaca que recibió mensajes de Jesús sobre su Divina Misericordia en el pueblo de Plock, Polonia.
En el año 2000, san Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina y durante la ceremonia dijo que “es importante que acojamos íntegramente el mensaje que nos transmite la palabra de Dios en este segundo domingo de Pascua, que a partir de ahora en toda la Iglesia se designará con el nombre de Domingo de la Divina Misericordia”. (Homilía, 30 de Abril, 2000).
El Diccionario de la Real Academia Española define así la palabra MISERICORDIA: “Virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos”. Y refiriéndola a Dios dice: “Atributo de Dios, en cuya virtud perdona los pecados y miserias de sus criaturas”.
Hemos dicho en repetidas ocasiones que la esencia, la materia, hablando en términos humanos, de la que está hecho Dios, es el amor. Pues bien, la manifestación más elevada, más eminente de ese amor, es la misericordia. Por eso se dice que Dios es un Padre que nos ama con un corazón de madre. Las entrañas de Dios son las entrañas de una madre que ama a su hijo, hasta el extremo de ser capaz de dar físicamente su vida por él. Y esto es precisamente lo que hizo Dios por ti y por mí. San Pablo dice en su epístola a los Romanos: «La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros». Significa esto que Dios no esperó a que nosotros fuéramos buenos para enviarnos a su Hijo como premio, nos lo envió, cuando éramos, por el pecado, sus enemigos. Su amor llegó al extremo de que para salvar tu vida y la mía de la condenación eterna, no dudó en entregar a su Hijo, Dios como Él, a una muerte infamante.
Si Dios, cegado por el amor que nos profesa, obró así, ¿cómo no van a removerse sus entrañas cuando nos ve sufriendo día tras día esclavos del pecado y de la muerte?
Nada malo debemos esperar de Él, porque lo quiere es vernos felices experimentando su gran misericordia, para que también nosotros podamos ser misericordiosos no solo con nuestros hermanos, sino incluso con nuestros enemigos.
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