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DOMINGO III DE PASCUA -A-

DOMINGO III DE PASCUA  -A-

«QUÉDATE CON NOSOTROS PORQUE ATARDECE»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 2, 14.22-33 * 1Pe 1, 17-21 * Lc 24, 13-35

San Lucas nos narra en el evangelio de hoy el pasaje de los discípulos de Emaús. Ocurre el mismo domingo de la resurrección del Señor por la tarde. El evangelista, nos dice, que dos discípulos, solo conocemos el nombre de uno, Cleofás, caminan hacia una aldea llamada Emaús. Van preocupados y pensativos. Han sido testigos de todo lo que ha ocurrido con el Señor Jesús en Jerusalén y no acaban de entender estos acontecimientos.

Mientras caminan, el Señor se pone a su lado e interviene en la conversación. ¿De qué habláis? les pregunta. Ellos, asombrados de su ignorancia, le ponen al corriente de todo lo ocurrido en Jerusalén, y al final añaden: «Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo».

El Señor, después de escucharles les dice: « ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?». Y a continuación, empezando por Moisés y siguiendo por los profetas les va explicando todo lo que las Escrituras dicen sobre Él.

Cerca ya de una posada, el Señor Jesús hace ademán de seguir su camino, pero ellos insisten para que se quede diciéndole: «Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída». Consiente, y ya sentados a la mesa parte el pan, y es en ese momento cuando ellos lo reconocen, pero él, desaparece de su vista.

Si, como hemos dicho muchas veces, la Palabra de Dios es una palabra viva que busca encarnarse en la vida de aquellos que la escuchan, la de hoy tiene el poder de aterrizar en nuestra existencia de un modo muy especial. Tú y yo, como estos discípulos, caminamos por la vida si ser conscientes de que el Señor se hace presente, que está resucitado y camina a nuestro lado, aunque no seamos capaces de reconocerlo. Él ha dicho que estará con nosotros hasta el fin de los tiempos y su palabra no puede fallar.

¿Dónde poder ver al Señor?, quizá, preguntes. El Señor se acerca a ti en la persona de ese pobre indigente que te alarga la mano pidiendo ayuda. De ese inmigrante, de ese forastero que está solo, lejos de su tierra y que no conoce a nadie que pueda ayudarle. De ese niño mocoso y de esa mujer hambrienta que cada noche rebuscan en los contenedores de basura, lo que tú y yo hemos desechado para llevárselo a la boca. También está en los ancianos y los enfermos abandonados o en ese pobre padre de familia que se ha quedado en el paro y no puede atender a las necesidades de su familia. A través de todos ellos se nos acerca el Señor. Él ha dicho, «lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis». Además, no hemos de ignorar, que serán ellos los que un día darán testimonio de nosotros y nos abrirán las puertas del cielo. Es necesario, pues, tener los ojos bien abiertos para descubrir al Señor cada vez que se nos acerque.

Queremos incidir, finalmente, en la frase que emplean los discípulos para que el Señor se quede con ellos y no pase de largo: «Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída». Para muchos, el día de nuestra vida va de caída y muy especialmente en estos tiempos difíciles que estamos atravesando. Por eso, esa ha de ser siempre nuestra oración: “Quédate, Señor, no pases de largo porque te necesitamos”.

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