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DOMINGO II DE PASCUA -A-

DOMINGO II DE PASCUA -A-

«PAZ A VOSOTROS»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 2, 42-47 * 1Pe 1, 3-9 * Jn 20, 19-31

Con este segundo domingo cerramos la Octava de Pascua. Una semana que la liturgia considera como un solo día, el de la Resurrección del Señor. Hoy volvemos a aquel primer día de la semana, el domingo, que al alborear fue testigo de la Resurrección del Señor Jesús. Cristo salía vencedor de la muerte como garantía de nuestra propia resurrección.

Hoy, el evangelio nos lo muestra en el atardecer de aquel domingo, mostrándose vivo y resucitado a sus discípulos. Están encerrados, probablemente en el Cenáculo, atemorizados y sin acabar de digerir los acontecimientos que acaban de vivir. No saben a ciencia cierta qué pensar. A pesar de las repetidas veces que han oído de labios del Señor qué es lo que iba a acontecer, se resisten a pensar que todo acabe así.

El saludo del Señor no puede ser más tranquilizador «Paz a vosotros», si tenemos en cuenta su comportamiento durante toda la Pasión. Solo uno ha sido capaz de estar a su lado acompañándole en su agonía. Los demás han desaparecido acosados por el miedo, y uno lo ha hecho después de negar por tres veces que le conoce. «Paz a vosotros, repite, como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». No solo evita todo reproche, sino que, olvidando por completo su cobardía y su pecado, los elige para que sean en el mundo los que continúen su misión.

¿Te das cuenta que tú y yo ocupamos en estos momentos el lugar de aquellos discípulos? Como ellos, hemos negado delante de los demás, por respeto humano, que le conocemos. Vivimos nuestra fe de una forma muy particular procurando que nuestra condición de creyentes pase inadvertida. Tampoco en nuestros actos personales somos consecuentes con la fe que decimos profesar: Juzgamos, amamos el dinero, nos complacemos dando a nuestros cuerpos el placer que nos exigen, etc. Sin embargo, el Señor, se ha fijado en ti y en mí, y sin importarle para nada nuestras infidelidades y pecados, hoy, también nos dice. «Paz a vosotros, como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».

Nos envía a ser portadores de su paz. Una paz que hoy la sociedad necesita de una manera perentoria. Los acontecimientos que vivimos con esta pandemia universal, pueden arrastrarnos a la desesperanza e incluso hacernos dudar del amor de Dios. Si Dios nos ama, podemos pensar, ¿por qué permite tanto dolor y tanto sufrimiento? ¿Dónde está ese Dios que tanto ama al hombre?

La primera tentación que hemos de rechazar de plano, es la de pensar que Dios es el origen de toda esta situación. Él lo dice así través del profeta Daniel: «Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere». Por eso, el Señor, en estos momentos de sufrimiento está resucitado junto a nosotros. Es Él que mueve las voluntades y da fortaleza a aquellos que se juegan la vida atendiendo a los enfermos. Es Él, el que está allí donde alguien hace una buena acción en favor de los que sufren. Es Él,  el que, respetando la libertad personal, nos impulsa a favorecer al débil. Es Él, en fin, el que hoy nos dice: «Paz a vosotros». No temáis, no estáis solos. Yo, que he resucitado estoy junto a vosotros para animaros, para consolaros y para libraros del temor y la desesperación. Por eso, san Pedro, dice refiriéndose a Dios: «Confiadle todas vuestras preocupaciones, pues Él cuida de vosotros». Seamos, pues, portadores de esa paz a todos los que nos rodean y de un modo especial a los que más sufren.


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