DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
«ESTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR»
CITAS BÍBLICAS: Hch 10, 34a.37-43 * Col 3, 1-4 * Jn 20, 1-9
La Pascua es, para el cristiano, la mayor y la más grande noticia que pueda recibir. Para comprender mejor esta afirmación, quizá este confinamiento y este un sin vivir que supone vernos inmersos en un problema de salud, que desborda por completo nuestras posibilidades, y hace patente nuestra impotencia, nos sirva para entender lo que es la gran noticia de la Pascua.
Imaginemos, por unos instantes que, de momento, nos llega la noticia de que está disponible en la farmacia, un medicamento que con solo una pastilla es capaz de borrar por completo el coronavirus. No creo exagerar si digo que echaríamos al vuelo todas las campanas celebrando la gran noticia.
Pues bien, tú y yo, desde que tenemos uso de razón nos hallamos confinados, privados de libertad, a causa de un virus mucho más dañino que el Cob-19, que nos arrastra al mal irremediablemente. Es un virus mortal que destruye nuestro ser y nos hace esclavos de la muerte. Ese virus es el pecado que, como dice san Pablo, a través de su aguijón inyecta en nosotros un veneno mortal. Lo más grave es que por más adelantos técnicos de que dispongamos en nuestra vida, por más estudios que hayamos realizado y por más dinero que hayamos acumulado, somos incapaces de hacer frente a este mal. Nadie, ni tú ni yo, ni persona humana alguna, es capaz de librarse de la atadura de la muerte.
En estas circunstancias llega hoy a nosotros la gran noticia: Dios-Padre ha tenido compasión de su criatura y ha enviado para nuestra salvación a su querido Hijo. Él, tomado nuestra carne mortal se ha hecho uno de nosotros. Ha vivido entre nosotros dándonos a conocer el amor sin medida que el Padre nos tiene, a pesar de nuestros pecados. Ha echado sobre sus hombros el mal que nos oprime y que nos mantiene esclavos de la muerte. Finalmente ha permitido que la muerte se ensañe con Él, llevándolo al sepulcro. Sin embargo, ese cuerpo que la muerte ha destruido tiene en su interior la fuerza de la divinidad, por eso, resucitando ha destruido por completo a su enemigo, arrancándole el aguijón venenoso, e impidiendo que continúe sembrando entre nosotros la muerte.
Ésta es para ti y para mí la gran noticia, si tenemos la certeza de que por nuestros pecados vivimos en esclavitud; si hemos descubierto que estamos sometidos al pecado, que queremos salir de él pero que con solo nuestras fuerzas nos es imposible, la solución está en nuestras manos. Él, nos dice el evangelio, en el momento de morir exhaló su Espíritu, y ese Espíritu es el que nos entrega para que, habitando en nosotros, participemos de su resurrección y de su victoria sobre la muerte. Por Él, la muerte ya no tiene sobre nosotros ningún poder. Hemos sido liberados de sus garras y nos hemos convertido en criaturas nuevas.
Todo esto es lo que celebramos en esta Noche Santa. La luz del Resucitado ha destruido, ha vencido a la oscuridad de la noche y abre para nosotros un día nuevo, un día eterno, un día sin ocaso.
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