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DOMINGO II DE CUARESMA -A-

DOMINGO II DE CUARESMA -A-

«ESTE ES MI HIJO, EL AMADO, MI PREDILECTO»

 

CITAS BÍBLICAS: Gén 12, 1-4ª * 2Tim 1, 8b-10 * Mt 17, 1-9

En unos tiempos un tanto convulsos en los que el mal se enseñorea en la sociedad, y en los que ha desaparecido de la vida del hombre la trascendencia, o dicho de otra manera, en los que la vida se vive de tejas abajo sin tener en cuenta que hemos sido creados para una vida eterna, la palabra del evangelio de hoy, debe ser para todos nosotros una inyección de esperanza.

Vemos al Señor Jesús que acompañado de Pedro, Santiago y Juan se transfigura, es decir, desaparece de él la presencia caduca y mortal, para mostrar la realidad interior que esa presencia oculta. San Mateo lo expresa diciendo: «Se transfigura delante de ellos de manera que su rostro resplandece como el sol y sus vestidos se vuelven blancos como la luz».

¿Por qué decimos que la transfiguración del Señor sirve para acrecentar en nosotros la esperanza? Sencillamente, porque anticipa lo que va a suceder con nuestro cuerpo mortal. Hoy, para mucha gente, quizá para la mayoría, la vida del hombre es semejante a la de los animales. Desconocen el origen de su existencia, es decir, ignoran de dónde vienen y para qué han nacido. Están durante un tiempo determinado en este mundo y, finalmente, desaparecen del él sin dejar el menor rastro. Es una manera materialista de entender la vida del hombre.

Para nosotros, los creyentes, la realidad es otra. Sabemos que venimos de Dios que nos ha creado, y que nuestra vida en la tierra es un camino de esperanza que nos lleva hacia la vida eterna. Sabemos perfectamente de dónde venimos y hacia dónde vamos. Sabemos que nuestra existencia tiene sentido, que nuestra vida no es un absurdo. Sabemos y creemos que debajo de nuestra carne mortal, existe, por don gratuito de Dios, un hijo de Dios, creado para una vida eterna y feliz. Sabemos que al igual que hoy sucede en la persona del Señor Jesús, como afirma san Pablo, también nosotros seremos transformados.

Convencidos de todo esto, no hemos de dudar que las palabras que el Padre pronuncia hoy sobre el Señor Jesús «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto», han resonado también aplicadas sobre cada uno de nosotros. Hoy, el Padre, a ti y a mí, nos ha dicho que somos sus hijos amados. Que nos quiere y que por los méritos alcanzados por el Señor en su Muerte y Resurrección, nos ha adoptado como hijos.

La transfiguración del Señor fue muy importante para acrecentar la fe de los tres discípulos que lo acompañaban, y lo ha de ser también para nosotros moviéndonos al agradecimiento, ya que, sin mérito alguno por nuestra parte, el Padre nos ha llamado a participar de la vida y la naturaleza divina. Como dice san Juan en su primera carta, «Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a Él…»  

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