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DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

«TODO FUE CREADO POR ÉL Y PARA ÉL»

 

CITAS BÍBLICAS: 2Sam 5, 1-13 * Col 1, 12-20 * Lc 23, 35-43

Con este domingo damos fin al año litúrgico 2019. El próximo corresponderá al domingo primero de Adviento con el que daremos inicio a un nuevo año de la Iglesia. El año litúrgico sigue el desarrollo de la historia de salvación. De manera que a través de él vamos recorriendo todos los acontecimientos que de esta historia de salvación fue viviendo el Señor Jesús.

            Hoy culminamos esta historia y no podíamos hacerlo de otra manera, que considerando la figura de Jesucristo Rey del Universo. San Pablo en su epístola a los Colosenses nos ha dicho refiriéndose al Señor Jesús: «Todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo y todo se mantiene en él. Él es la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo». Ante esta afirmación tan rotunda de la primacía del Señor Jesús, poco podemos añadir nosotros. El Señor, para nuestra salvación, dejó el cielo, se humilló, vivió, sufrió y padeció como uno de nosotros, o quizá deberíamos decir más que nosotros, porque su sufrimiento alcanzó cotas casi imposibles de ser asumidas.

            Como consecuencia de ese anonadamiento y de esa humillación, dirá san Pablo en su carta a los Filipenses, «Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SEÑOR para gloria de Dios Padre». Esto es lo que la Iglesia celebra hoy, la solemnidad de Cristo Rey del Universo, colocado por Dios por encima de todo poder, dominación y potestad.

            Esta primacía del Señor Jesús sobre todo lo creado, tiene para nosotros una importancia primordial. Sin embargo, antes de ver el beneficio que nos reporta, es necesario hacer una aclaración con el fin de que se comprenda la expresión «Dios le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre». En la Escritura, hacer alusión al nombre es lo mismo que aludir al poder. Nombre equivale a poder. Por eso decir que se le ha dado «el Nombre sobre todo nombre», es lo mismo que decir, se le ha dado el poder sobre todo poder.

            ¿Por qué la primacía del Señor Jesús sobre todo lo creado es tan importante para nosotros? La respuesta es la siguiente: nosotros, por el pecado de origen, tenemos debilitada nuestra voluntad y nuestra libertad. Así lo constata en sí mismo san Pablo cuando afirma: «Mi proceder no lo comprendo. Quiero hacer el bien y es el mal el que se me presenta». No me cabe la menor duda de que también tú y yo queremos hacer el bien. Sin embargo, nos vemos impotentes para realizarlo. Tu orgullo, tu egoísmo, tu sexualidad, tu amor al dinero, tu genio y también ese vicio oculto que tienes y que te avergüenza, impiden continuamente que obres según la voluntad de Dios. Si eres sincero, confesarás que te sientes esclavo de muchas cosas y que no puedes evitarlo.

            Pues bien. En este panorama nada halagüeño para ti, aparece Aquel que ha recibido todo poder: el Señor Jesús. Dios-Padre lo ha constituido Señor de todo lo que te esclaviza. Señor de tu genio exigente, dominador e intolerante. Señor de tu amor al dinero que hace que en vez de corazón tengas una caja fuerte. Señor de tu orgullo que más de una vez, aunque quieres disimularlo, te hace mirar a los demás por encima del hombro. Señor de tu sexualidad que te tiene atado a la masturbación, etc. Es Señor de todas esas inclinaciones que son mucho más fuertes que tu voluntad. Dios-Padre lo ha puesto, precisamente como eso, como Señor, para que te ayude en aquello que para ti es imposible. Solo hace falta que tú lo invoques, que le grites, que le digas: ¡Señor, ayúdame que no puedo! ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Llámalo, pídele ayuda, y te aseguro que no fallará. No existe nadie que haya invocado el Nombre de Jesús que no haya sido escuchado.

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