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DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

«HAZME JUSTICIA CONTRA MI ADVERSARIO»

 

CITAS BÍBLICAS: Éx 17, 8-13 * 2Tim 3, 14—4,2 * Lc 18, 1-8  

Hemos hablado en otras ocasiones de la importancia de la oración y de cómo ésta hay que hacerla sin desanimarse. Hoy, el Señor Jesús, insiste en esta condición que ha de tener la oración.

Nos presenta a una viuda a la que un desalmado ha despojado de sus bienes, y también a un juez injusto que no tiene para nada temor de Dios. La viuda recurre a él y le dice de una manera harto insistente: «Hazme justicia frente a mi adversario», pero la respuesta del juez se hace esperar. Sin embargo, la viuda, que necesita recuperar sus bienes para no morir de hambre, acosa al juez cada vez que lo ve. No lo deja ni a sol ni a sombra.

Harto el juez de tanta molesta insistencia, piensa para sí mismo: «Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esa viuda me está fastidiando le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara».

El Señor concluye la parábola diciendo: «Fijaos lo que dice el juez injusto: pues Dios ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?... os digo que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

En varias ocasiones en el evangelio el Señor nos dice: «Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos». Quizá os preguntéis ¿a qué viene ahora citar este pasaje? Muy sencillo, los niños reúnen dos de las condiciones necesarias para entrar en el Reino de Dios. Por una parte, son crédulos. Es decir, todo lo que les dice su padre es dogma de fe. De manera que están dispuestos a defender a puñetazos lo que les ha dicho el padre. Por otra parte, cuando desean algo, en algún mercadillo o en una feria, se vuelven insistentes hasta el punto de casi romper los nervios al padre. Una y otra vez, repiten como un disco rayado: cómprame esto o lo otro, y lo bueno es, que casi siempre se salen con la suya.

Los adultos, necesitamos ese mismo espíritu. Por una parte, no cuestionar en modo alguno aquello que el Señor nos dice a través de su Palabra. Es decir, no pasarlo por la razón como tantas veces hacemos. Por otra parte, y nos lo muestra el Señor en la parábola de hoy, ser insistentes en la oración hasta el extremo. Es decir, darle la lata al Señor una y otra vez.

La viuda, al dirigirse al juez insiste diciendo: «Hazme justicia frente a mi adversario». Esa frase necesitamos incorporarla a nuestra oración. Nuestro adversario, el maligno, es muchísimo más fuerte y más inteligente que nosotros. Como enemigo de Dios, su misión es conseguir que nos apartemos de Él, para hacernos, incluso, dudar de su amor. Poco podemos hacer nosotros en una lucha tan desigual, pero sí que lo podemos todo con un aliado como Dios. En vez de entrar en diálogo con el demonio, porque tenemos las de perder, hagamos como la viuda. Digámosle al Señor con insistencia: «Hazme justicia frente a mi adversario».

El pasaje termina con una frase del Señor que debe hacernos reflexionar un poco: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?». El Señor está dispuesto a ayudarnos, a hacernos justicia de nuestro adversario, pero nunca lo hará a la fuerza. Respetará siempre nuestra libertad. ¿Seremos capaces nosotros de insistir las veces que haga falta como la viuda? ¿Tendremos la fe suficiente para estar convencidos de que nuestra oración insistente dará resultado? Dejemos, pues, de lado nuestra razón y no pretendamos interpretar la obra del Señor. Recordemos que lo que hace el Señor, no siempre se acomoda a lo que dice nuestra razón.


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