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DOMINGO XX DE TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO XX DE TIEMPO ORDINARIO -C-

«¿PENSÁIS QUE HE VENIDO A TRAER AL MUNDO LA PAZ? NO, SINO DIVISIÓN»

 

CITAS BÍBLICAS: Jer 38, 4-6.8-10 * Heb 12, 1-4 * Lc 12, 49-53

Cuando pensamos en la figura del Señor Jesús, lo primero que se nos hace presente es su amor hacia el pecador, hacia ti y hacia mí, que se manifiesta en la total entrega de su vida por aquellos que somos sus enemigos. También nos llama la atención la invitación que nos hace a nosotros, sus discípulos, de practicar el amor al enemigo perdonando por completo las ofensas de los demás y deseando que vivamos unidos unos a otros, como prueba de su permanente presencia entre nosotros.

Esta visión que nosotros tenemos del Señor, hace que el evangelio que la Iglesia nos propone para este domingo sea un poco difícil de entender. Por eso, nos sabemos cómo interpretar las palabras de Jesús cuando nos dice: «¿Pensáis que he venido al mundo a traer paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres… el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.»

¿Cómo pueden entenderse estas palabras? ¿Cómo es posible que el Rey de la Paz diga que ha venido a traer guerra y división? Es muy fácil. La figura del Señor Jesús y su Evangelio fueron en su tiempo y siguen siendo hasta hoy, signo de contradicción. Significa esto que sus palabras y los signos que realizaba, eran vistos por unos, los pobres, los humildes, los necesitados, como obra del enviado de Dios que traía la salvación, mientras que otros, los sabios, los cultos, los inteligentes, los conocedores de la Escritura, no veían en él más que a un impostor, un infractor de la Ley, que se presentaba como el Mesías.

Recordemos, si no, la reacción de los que presencian la expulsión de un demonio mudo. Unos se llenan de admiración por el poder de Dios que ven en Jesús. Otros, sin embargo, afirman que tiene un demonio y que arroja los demonios por el poder de Belcebú, príncipe de los demonios.

Después de muchos siglos, en nuestro tiempo, en nuestra sociedad, la figura de Jesús sigue siendo signo de contradicción. Cuando se anuncia la verdad, los que la escuchan forman de inmediato dos bandos: los que están a favor y la aceptan, y los que la rechazan por estar en contra. Nosotros, los creyentes, vemos en la persona de Jesús al Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado para nuestra salvación. Otros, sin embargo, ven en él, como mucho, una figura histórica sin la menor influencia para sus vidas. Esta división se constata perfectamente ante la reacción que tienen los que escuchan el evangelio y la predicación. Para unos, la predicación aceptada tiene fuerza para transformar su vida, haciéndoles experimentar la paz interior. Otros, en cambio, se aburren y no ven más que palabras huecas que solo producen hastío.

Esta posibilidad de no aceptar al Señor de los que convivieron con él, y también la actitud de aquellos que hoy le rechazan, constituye una prueba más del amor que Dios nos tiene. El pensamiento único, la uniformidad de opinión, etc., no son posibles, por el regalo que Dios nos ha dado al hacernos libres. Nosotros, utilizando mal esa libertad, podemos rechazarlo y decir que no queremos saber nada de Él. Hasta ese punto llega el amor que Dios siente por el hombre, por ti y también por mí, y su exquisito respeto por tu libertad y la mía.   

Finalmente, queremos destacar que el enfrentamiento familiar al que alude el Señor en el evangelio, ha sido una constante en toda la historia de la Iglesia. Siempre, también hoy, la figura del Señor Jesús, ha sido y es motivo de enfrentamiento entre padres e hijos. Entre los que creen y los que no creen. Entre los que ven en Él al Salvador y los que reniegan de su figura.

 


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