Blogia
Buenasnuevas

DOMINGO XIX DE TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO XIX DE TIEMPO ORDINARIO -C-

«TENED CEÑIDA LA CINTURA Y ENCENDIDAS LAS LÁMPARAS»

 

CITAS BÍBLICAS: Sab 18, 6-9 * Heb 11, 1-2.8-19 * Lc 12, 32-49 

El Señor Jesús en el evangelio de este domingo nos muestra cuál ha de ser la actitud de un cristiano en esta vida. Tener esto en cuenta es algo muy importante para los que nos consideramos discípulos del Señor.

La vida que disfrutamos, por gracia de Dios, puede considerarse desde dos puntos de vista distintos. Para el mundo la vida es un período de tiempo que hay que vivir de la mejor forma posible, evitando, por tanto, todo sufrimiento. En esta forma de enfocar la vida, está ausente por completo la realidad de la vida eterna. El mundo niega que exista otra vida y por lo tanto lo que desea es sacar el mayor provecho de ésta. Podemos decir que esta forma de vida no difiere en nada a la que vive cualquier animal

No piensa así el cristiano. El cristiano no considera la vida presente como un fin absoluto, sino como un medio, un camino que conduce a la verdadera vida, a la vida eterna. Se entienden, por tanto, las palabras del Señor Jesús en el evangelio de hoy cuando dice: «Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle, apenas venga y llame». No somos, pues, ciudadanos de este mundo. Somos forasteros que caminamos hacia nuestra verdadera patria que es el cielo.

Hay un escrito del siglo II llamado Carta a Diogneto, que muestra perfectamente cuál es la vida del cristiano en este mundo. Citamos un pequeño fragmento: «Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho». Viven, añadimos nosotros, de una forma distinta al resto de los hombres, porque tienen puesta la mirada en la vida eterna. En la patria del cielo.

Para ayudarnos a vivir de esta forma, el Señor, al principio del evangelio nos da la clave: «Vended vuestros bienes, y dad limosna: haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones y roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». Si en el camino de la vida vamos excesivamente cargados con el dinero y los bienes materiales, tendremos necesidad de defenderlos y nuestro caminar se hará lento y pesado, hasta el punto de dificultarnos llegar a la meta. Necesitamos, por tanto, estar alerta y no dejarnos arrastrar por el mundo. Lo que el mundo nos ofrece solo son señuelos falsos. Es necesario velar y resistir sin miedo a sus tentaciones.

El Señor sabe que tendremos dificultades en el camino de la vida porque los enemigos a afrontar son poderosos, por eso empieza el evangelio diciéndonos: «No temas, pequeño rebaño: porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino». Tú y yo, pertenecemos por gracia de Dios a ese pequeño rebaño y el Padre ha tenido a bien darnos el reino. ¿Sabes cuál es ese reino? No es el reino que se ha de establecer al final de los tiempos. Ese reino es la Iglesia, en la que encontramos la salvación ya ahora. Ya ahora podemos pregustar la salvación, pregustar la vida eterna.

La salvación final la ganó para todos los hombres el Señor Jesús mediante su Pascua. Es una salvación universal, para todos los hombres, quedando solo excluidos de ella los que conscientemente la rechacen. Sin embargo, para nosotros, para los que nos llamamos discípulos del Señor, existe una salvación actual, una salvación para hoy, que solo pueden experimentar aquellos que viven en la Iglesia. Ese es el reino que ha tenido a bien darnos el Padre.


0 comentarios