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DOMINGO II DE PASCUA -In Albis- C

DOMINGO II DE PASCUA -In Albis- C

«PAZ A VOSOTROS. RECIBID EL ESPÍRITU SANTO»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 5, 12-16 * Ap 1, 9-11a.12-13.17-19 *Jn 20, 19-31

San Juan en su evangelio nos sitúa hoy en la tarde del domingo, primer día de la semana y día de la Resurrección del Señor. Los discípulos están reunidos en una sala, probablemente en el Cenáculo, con puertas y ventanas atrancadas por miedo a los judíos. Temen que, si al Maestro lo han ajusticiado, ellos puedan correr la misma suerte.

Estando así, se hace presente el Señor en medio de ellos y les dice mostrándoles las manos y el costado: «Paz a vosotros». Ellos, llenos de alegría, no acaban de dar crédito a lo que ven sus ojos. El Señor, repite: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Dicho esto, exhala su aliento sobre ellos y les dice: «recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Éste es pues, el primer encuentro del Señor con sus discípulos después de resucitado. Vale la pena fijarnos en algunos de aspectos de esta aparición del Señor Jesús, en la que destaca en primer lugar, la manera de comportarse con los discípulos, que es totalmente contraria a lo que haríamos nosotros en una situación semejante. Recordemos lo ocurrido. En Getsemaní Jesús es traicionado, apresado por los judíos, sometido a juicio y entregado a los romanos a fin de ser condenado a muerte. ¿Cuál es entre tanto la actitud de sus discípulos? El más representativo, es capaz de negar ante una criada que le conoce. Los demás, a excepción de Juan, desaparecen de escena, sin que ninguno de ellos mueva un solo dedo para defenderlo.

¿Qué hubiéramos hecho nosotros si hubiéramos estado en el lugar de Jesús? Como mínimo echarles en cara su cobardía afeándoles su comportamiento. Ésta hubiera sido una reacción humana. Sin embargo, por suerte para nosotros, el Señor actúa como Dios y no como hombre. «Sus pensamientos, como dice en Isaías, distan tanto de nuestros pensamientos, como el cielo de la tierra». Por eso su primer saludo es para desearles la paz. No contento, pone en sus manos para que la lleven adelante la misma misión que el Padre puso en sus manos, haciéndoles partícipes, además, del poder que, como Dios, tiene para perdonar pecados. Su manera de obrar debe movernos a la gratitud, ya que, mereciendo ser castigados, sólo recibimos de sus manos perdón y misericordia.

San Juan nos dice en este evangelio que, en esta primera aparición de Jesucristo, el apóstol Tomás no se encontraba con los otros apóstoles y que cuando ellos le dicen que han visto al Señor, contesta: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».

Ocho días después se presenta de nuevo el Señor estando cerradas puertas y ventanas y dirigiéndose a Tomás le dice: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente». Tomás, asombrado, se limita a decir: «Señor mío y Dios mío». Jesús añade: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto».

¡Cuántas veces nos comportamos como Tomás! Cuántas veces ponemos en duda las obras del Señor, porque nos dejamos guiar por nuestra razón poniendo de manifiesto nuestro orgullo al afirmar: “Si no lo veo no lo creo”. De este modo damos prioridad a nuestra razón convencidos de ser poseedores de la verdad.

Seamos humildes y aceptemos la actuación del Señor en nuestra vida, en nuestra historia, aunque a veces no la acabemos de entender. No queramos pasarlo todo por la razón. Si lo hacemos así, se cumplirán en nosotros las palabras del Señor Jesús: «Dichosos los que crean sin haber visto».


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