DOMINGO VII DE PASCUA -A- ASCENSIÓN DEL SEÑOR
«SABED QUE YO ESTOY CON VOSOTROS TODOS LOS DÍAS, HASTA EL FIN DEL MUNDO»
CITAS BIBLICAS: Hch 1, 1-11 * Ef 1, 17-23 * Mt 28, 16-20
La misión que el Padre había encomendado al Señor Jesús en este mundo, toca a su fin. Vino para dar cumplimiento a las promesas que Dios había formulado a su pueblo a lo largo de la historia.
El hombre, tú y yo, creado por Dios para participar de la vida eterna y para disfrutar de la felicidad que proporciona vivir en su presencia, cae en el lazo que le tiende el maligno y elige vivir su vida lejos del Creador. Como consecuencia de esta decisión conoce la muerte. Le sucede algo semejante a lo que ocurre con una bombilla que, fabricada para dar luz, se queda totalmente a oscuras si rechaza estar unida a la electricidad.
Ante este panorama, Dios decide, en su inmenso amor hacia el hombre, enviar a su único Hijo revestido de una carne mortal como la tuya y como la mía, para que penetrando en la muerte, lograra destruirla con su resurrección. Al mismo tiempo, con su total entrega, hacía patente que el amor inmenso del Padre hacia su criatura, no había disminuido en lo más mínimo como consecuencia del pecado. Era el hombre el que rechazaba el amor de Dios, pero éste lo seguía amando sin ninguna limitación.
Hoy el Señor Jesús regresa al cielo para sentarse a la derecha de Dios. Sin embargo, sabe que es necesario perpetuar a través de todas la generaciones su obra de salvación. Es necesario que existan a través de los siglos, testigos que den a conocer a todos los hombres el amor de Dios, el perdón de los pecados, y su victoria sobre la muerte.
Por eso, a punto de ascender a los cielos dice a sus discípulos: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». San Marcos añadirá en su evangelio: «El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios».
¿Qué significa y qué importancia tiene para nosotros que el Señor Jesús esté sentado en el cielo a la derecha de Dios? Estar sentado a la derecha de Dios significa estar investido de todo poder. Para nosotros esto tiene una importancia primordial. Aunque por nuestro bautismo vivido conscientemente alcancemos a ser hijos de Dios, nuestra naturaleza humana está dañada por el pecado de origen. No somos impecables. El poder del maligno y la atracción del mundo nos empujan hacia el pecado. Sabemos lo que es bueno y conveniente, pero nos damos cuenta que nos encontramos imposibilitados de llevarlo a la práctica.
Quiero perdonar al que me ofende. Quiero no guardar rencor. Quiero evitar caer en el pecado de la lujuria, quiero no juzgar a mi prójimo, quiero aceptar de buen grado la enfermedad que me mata, etc., y ¿con qué me encuentro? En que quiero y no puedo. Soy débil y caigo. Para estas y otras muchas circunstancias necesitamos la ayuda del Señor. Él es más fuerte que mi egoísmo, más fuerte que mi mal genio, más fuerte que el rencor que siento hacia quien me hace daño, más fuerte que mi dolor, etc. Por eso, está esperando a que, reconociendo nuestra incapacidad de obrar el bien, le invoquemos, le pidamos ayuda, le digamos: Señor, yo no puedo, tú sí. El Padre te ha puesto como Señor de todo lo que a mí me mata y me destruye. ¡Ayúdame!
Hoy en el evangelio nos dice que, no por el hecho de estar en el cielo está lejos de nosotros. Todo lo contrario. Está junto a ti y junto a mí, cumpliendo la promesa que nos hizo antes de su ascensión: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».
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