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DOMINGO VI DE PASCUA -A-

DOMINGO VI DE PASCUA -A-

«SI ME AMÁIS, GUARDARÉIS MIS MANDAMIENTOS»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 8, 5-8.14-17 * 1Pe 3, 15-18 * Jn 14, 15-21

Con frecuencia no tenemos un concepto claro de lo que significa amar. Confundimos el amor con el afecto o incluso con la mera atracción sexual. De esta forma de pensar, la responsable, las más de las veces, es la caja tonta que con sus novelas, folletines y crónica social, nos catequiza diariamente sin tener necesidad de salir de casa.

El verdadero amor implica negación. Por amor a otra persona yo soy capaz de renunciar a lo que me gusta. Soy capaz de negarme a mí mismo en favor de la persona amada. Cuando de verdad amamos no hacemos lo que a nosotros nos agrada, sino que procuramos hacer lo que le agrada a la persona que amamos. El que ama de verdad es capaz de entregar su propia vida por aquella persona a la que ama.

Hoy el Señor, que conoce perfectamente lo que es el verdadero amor, nos dice al principio del evangelio: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos». Significa esto, que la mejor manera que tenemos de demostrar al Señor que lo amamos, es procurar hacer su voluntad, renunciando a lo que a nosotros nos gustaría hacer. ¿Por qué dice esto el Señor? Sencillamente, porque nos ama y desea para nosotros lo mejor.

Quizá no acabemos de entender esto, si nosotros consideramos los mandamientos como cargas y obligaciones insoportables. Sin embargo, no es así. El Señor viene en nuestra ayuda con esas Palabras de Vida, sencillamente porque a través de ellas se ilumina el camino de nuestras vidas, a fin de que no nos perdamos. Nuestro conocimiento de la vida es limitado. Por culpa del pecado buscamos la felicidad, por ejemplo, dando culto a nuestro cuerpo y siguiendo los dictados del mundo. El demonio, como a Eva, nos seduce mostrándonos un fruto hermoso y apetecible, pero que lleva en su interior el aguijón de la muerte.

Hay que advertir que el Señor no dice, quien cumpla mis mandamientos, sino que en vez de cumplir, dice guardar. Cumplir y guardar no es lo mismo. El cumplimiento hace referencia al esfuerzo, y el esfuerzo en este caso es inútil. Por eso el Señor Jesús nos invita a guardar sus mandamientos en el corazón, reconociendo en ellos la verdad y estando dispuestos a que por su fuerza, por la fuerza del Señor, lleguen a ser una realidad en nuestra vida.

Como el Señor conoce nuestra inferioridad de condición en la lucha contra el mundo, nos promete un Defensor, el Espíritu de la verdad. El mundo es incapaz de recibirlo, porque no lo conoce. Nosotros, sin embargo, lo conocemos porque por la gracia del bautismo vive en nosotros y está con nosotros.

En la última parte del evangelio el Señor vuelve a referirse a su inminente partida. Sabe la gran tristeza que esto provoca en sus discípulos, por eso, para animarlos les dice: «No os dejaré desamparados, volveré». La partida del Señor está cerca, es inmediata, pero no definitiva. «Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo». ¿Dónde veremos al Señor? Lo veremos en los hermanos. Lo veremos en las obras que realizarán y que son totalmente imposibles de llevar a cabo sin la presencia del Señor. Cada vez que se hace presente en nuestra vida y en la de los que nos rodean el verdadero amor, se hace presente el Señor. El mundo está ciego ante esta clase amor y lo desconoce. No lo entiende.

El Señor al final del evangelio vuelve a insistir en la idea que ha expresado al principio: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él». Ciertamente, tenemos la experiencia de no poder guardar los mandamientos del Señor, con nuestro esfuerzo. Pero eso no ha de preocuparnos demasiado. El Señor conoce nuestra debilidad y la facilidad con la que caemos en el pecado. Por eso, es bueno recordar sus palabras: «No os dejaré desamparados, volveré». Con Él a nuestro lado y con la presencia del Espíritu Defensor, nada nos será imposible.

 

 

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