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DOMINGO V DE PASCUA -A-

DOMINGO V DE PASCUA -A-

«YO SOY EL CAMINO Y LA VERDAD Y LA VIDA»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 6, 1-7 * 1Pe 2, 4-9 * Jn 14, 1-12

Encontramos al Señor con sus discípulos en la noche de la Última Cena. Sabe que su partida es inminente y se da cuenta de que los suyos sospechan algo que no acaban de comprender, por eso les dice: «No perdáis la calma». Luego, les habla claro de su partida. Se va a la casa del Padre en donde les preparará un lugar.  A continuación, para animarles, les dice: «Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo».

Tomás, intrigado, le dice: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos conocer el camino?» La respuesta que el Señor da es fundamental para ellos y lo sigue siendo para cada uno de nosotros. Le dice: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí…».

Hemos dicho en diversas ocasiones que cuando nacemos iniciamos un camino que nos ha de conducir a la vida eterna. Somos seres creados para la eternidad. El fin último de nuestra existencia es, pues, el encuentro con el Padre. Por eso hoy el Señor nos da a conocer que Él mismo, es el camino que nos ha de conducir al Padre y por tanto a la vida eterna. «Nadie va al Padre sino por mí», dirá.

Cristo no es solo para nosotros el camino, es también la verdad y la vida. «En él, dirá san Pablo en los Hechos de los Apóstoles, vivimos nos movemos y existimos». Esa es la única verdad. Esa es la razón última de nuestra existencia. El hombre, tú y yo, nada es separado de Cristo. Siendo Cristo la vida, nosotros, vivimos en tanto en cuanto estamos unidos a Él. Si nos apartamos de Él, lo único que encontramos es la muerte.

Todo esto que acabamos de exponer no son solo teorías. Son realidades que podemos constatar al contemplar cómo vive las personas separadas de Dios. La gente está desquiciada y pide la vida a los ídolos muertos del mundo. Pide la vida al dinero que la esclaviza haciendo que nunca se sacie y volviéndola egoísta y avara. Da culto al cuerpo que acaba envejeciendo a pesar de los esfuerzos que se hacen para evitarlo. Busca el placer en el sexo que acaba produciéndole hastío. Se refugia en la afectividad pidiendo a los demás que le quieran, sin darse cuenta que todos exigen lo mismo para cada uno, etc. Podemos preguntarnos ¿se asemejan estas circunstancias con algo que se parezca a la vida? ¿No son todo situaciones que conducen a la muerte? Esta es nuestra realidad, aunque intentemos ignorarla.

El domingo pasado el Señor nos decía: «Yo soy la puerta de las ovejas. Quien entra por mí se salvará». Hoy nos dice: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Si, pues, queremos encontrar la vida, si queremos hallar la felicidad, no podemos elegir otro camino. No hay otra puerta que se abra hacia la vida. Somos el rebaño del Señor que camina delante de nosotros para llevarnos a pastos frescos y fuentes tranquilas. Él, es el único que nos defiende del enemigo y está dispuesto a dar su vida por cada uno de nosotros. Podemos preguntarnos ¿a cambio de qué? ¿Qué nos exige? Absolutamente nada. Solo desea que seamos dóciles y que sigamos sus pasos. San Juan de la Cruz dirá: “Para ir adonde no sabes has de ir por donde no sabes”. Por eso si no quieres perderte, si quieres encontrar el camino de la vida que desconoces, si quieres encontrarte con el Padre, no tienes más remedio que seguir las huellas de tu Pastor.

No seamos como Felipe, que después de haber convivido con el Señor durante tres años, todavía le pide: «Muéstranos al Padre». No es consciente de que si Cristo se ha encarnado, lo ha hecho precisamente para hacernos accesible el rostro del Padre. «Quien me ha visto a mí, dirá el Señor, ha visto al Padre».

 


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