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DOMINGO IV PASCUA -A-

DOMINGO IV PASCUA  -A-

«YO SOY LA PUERTA: QUIEN ENTRE POR MÍ SE SALVARÁ»

 

CITAS BÍBLICAS: Hch 2, 14a.36-41 * 1Pe 2, 20b-25 * Jn 10, 1-10

En este cuarto domingo de Pascua la Iglesia nos presenta la figura del Buen Pastor. Ya desde el Antiguo Testamento, Yahvé, Dios-Padre, gusta mostrarse a su pueblo como el pastor que cuida de su rebaño. Isaías dirá al respecto: «Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas». El mismo pueblo de Israel se considera así mismo como el rebaño que Dios cuida con cariño. Así lo manifiesta, por ejemplo, en los salmos 23 y 80. En el primero el salmista dice: «El Señor es mi pastor, nada me falta» y en el segundo vemos que se dirige al Señor diciendo: «Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño…».

Podemos preguntarnos ¿por qué Dios elige la figura del pastor para poner de manifiesto la relación que mantiene con su pueblo? Porque en su origen, el pueblo de Israel es un pueblo de pastores, y precisamente por esto, conoce de primera mano hasta qué punto el pastor siente cariño por cada una de sus ovejas. Cómo las conoce por su nombre, está al corriente de sus gustos y de sus caprichos, y está dispuesto a arriesgar su vida por cada una de ellas. El Señor quiere significar que, el mismo amor, la misma pasión que el pastor siente por cada oveja de su rebaño, lo siente Él por cada uno de sus hijos.

En los evangelios también el Señor Jesús, hablando a sus discípulos, gusta mostrarse como el Buen Pastor, que cuida y defiende a su rebaño, estando dispuesto, incluso, a dar su vida por las ovejas.

En el evangelio de hoy encontramos una variante. En vez de presentarse como el Buen Pastor, el Señor Jesús prefiere mostrarse como la puerta del aprisco por el que necesariamente han de pasar las ovejas. Por la puerta es por donde cada mañana entra el pastor, para llamar una a una a sus ovejas y llevarlas hacia buenos pastos y fuentes tranquilas. A aquellos que entran por la puerta, las ovejas los siguen porque conocen su voz. No sucede lo mismo con los ladrones y bandidos, que saltan por otras partes con objeto de arrebatar al rebaño. A esos las ovejas no los conocen y huyen de ellos.

El Señor nos dice hoy: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon». De esta manera nos pone en alerta para saber a quién debemos seguir. Hoy, como entonces, son muchos los falsos profetas, que nos muestran caminos que llevan según ellos a la felicidad. Son los profetas del mundo que muestran al dinero, al poder, a la fama, al sexo, el consumismo, etc., como medios para lograr la felicidad. Utilizan para embaucar a las gentes los medios de comunicación, en particular la televisión. Somos nosotros mismos los que actuando de una forma un tanto irreflexiva, les abrimos las puertas de nuestros hogares.

Hoy en día son raros los programas, series o películas, en las que sin levantar demasiado polvo, se nos adoctrina sobre la familia y en particular sobre las conductas sexuales. Ya no nos llama la atención y aceptamos como normal las distintas formas de familia que se nos ofrecen: tradicional, gay, lésbica, etc. No hablemos ya de los divorcios y las rupturas matrimoniales o del aborto. La continua catequesis de la televisión ha adormecido nuestras conciencias, y al final todo nos parece aceptable y correcto. Estos son los falsos profetas de hoy que no utilizan la puerta (Cristo), para entrar en el aprisco. El Señor, hoy, nos alerta de su presencia.

Es necesario, pues, estar vigilantes para que no nos pasen gato por liebre. Es necesario cuidar a nuestros hijos evitando la influencia de estos falsos profetas, que tienen la mirada puesta en los adolescentes y en los jóvenes, porque saben que ellos serán los ciudadanos del mañana. Recordemos finalmente las palabras del Señor: «Quien entra por mí se salvará…» Fuera de Él no hay salvación.

 

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