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DOMINGO I DE CUARESMA -A-

DOMINGO I DE CUARESMA  -A-

«NO SÓLO DE PAN VIVE EL HOMBRE, SINO DE TODA PALABRA QUE SALE DE LA BOCA DE DIOS»

 

CITAS BÍBLICAS: Gén 2, 7-9; 3, 1-7*Rm 5, 12-19*Mt 4, 1-11 

El miércoles pasado, Miércoles de Ceniza, iniciamos el tiempo de Cuaresma. La Cuaresma es un tiempo especial dentro del Año Litúrgico, que nos prepara de una manera inmediata a la celebración de lo que es y debe ser, el eje y núcleo de nuestra vida cristiana: la Pascua del Señor Jesús. 

En el evangelio de este domingo, encontramos al Señor Jesús en el desierto sometiéndose a las tentaciones del maligno, antes de iniciar su misión del anuncio de la Buena Nueva. El Señor, hombre como tú y como yo, dispuso desde su encarnación en el seno de la Virgen, experimentar en su propia carne todas las situaciones a las que tú y yo debemos enfrentarnos en la vida, y que son inherentes a nuestra condición humana. Entre estas situaciones destaca el hecho de ser sometidos a tentación por el maligno.

A través de la tentación, el hombre, tú y yo, ejercita el don de la libertad regalado por Dios al crearlo. Sin la tentación, dice san Antonio del Desierto, es imposible para el hombre la salvación. Para dar cumplimiento a todo lo que hemos expuesto, hoy, el Señor Jesús, se somete a las tentaciones del diablo.

Tres son, fundamentalmente, las proposiciones que el maligno plantea al Señor: la tentación del pan, la tentación de la historia y la tentación de los ídolos. La tentación del pan, es la tentación de asegurarnos la vida con las cosas materiales. El Señor, después de los cuarenta días de ayuno, está hambriento y débil físicamente. Esta situación es aprovechada por el diablo para decirle: “¿No eres el Hijo de Dios? ¿Por qué entonces sufres? Di que estas piedras se conviertan en pan”. El Señor no duda en responder: «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

Después del primer asalto, el diablo tienta al Señor en la historia. Le hace ver que, con su porte físico, es un carpintero de aldea con las manos llenas de callos, es imposible que nadie crea en él. Le tienta, por tanto, a escapar de su historia haciendo delante de la gente un signo extraordinario. Sin embargo, el Señor resiste la tentación, respondiendo: «Está escrito: No tentarás al Señor tu Dios». Dicho de otro modo: no obligarás a Dios, solo por capricho, a hacer un milagro.

En la última tentación, el maligno muestra al Señor todas las riquezas de la tierra y le dice: «Todo esto te daré si te postras y me adoras». Invita pues al Señor a pedir la vida, la felicidad, el ser, a los ídolos del mundo, y de una manera particular al dinero. Ante el atrevimiento de Satanás, el Señor responde: «Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto».

Estas tres tentaciones son las mismas que tú y yo tenemos en el curso de nuestra vida. Por la tentación del pan, pretendemos asegurarnos la vida a toda costa. ¿Os suenan estas frases: “Hijo, estudia, esfuérzate, lábrate u porvenir. Quien guarda en el presente, se asegura el día de mañana…” ¡Qué lejos están estas palabras de las que oíamos en el evangelio de la semana pasada! “No te preocupes por el mañana. Confía en tu Padre del cielo. Busca primero el Reino de Dios y lo demás ya llegará.”

La segunda tentación la tenemos todos los días. No aceptamos la historia, la vida que Dios ha preparado para nosotros. Cuando te miras al espejo, cuando analizas tu vida, ¿eres capaz de decirle al Señor: “Gracias, Señor, porque todo lo has hecho bien. No quiero cambiar nada ni de mi vida ni de mi físico.” ¿Es así?

La tercera tentación es consecuencia de las anteriores. Como no estamos conformes con nuestra situación, pedimos la vida a los ídolos, al trabajo, a la familia, al sexo, a las riquezas, al dinero… Nos vendemos por afectividad, con tal de que nos quieran. Nos vendemos por dinero. No nos creemos lo que dice santa Teresa: “Quien a Dios tiene, nada le falta”. 


 

 

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