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DOMINGO XIII DE TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO XIII DE TIEMPO ORDINARIO -C-

«VEN Y SÍGUEME»

 

CITAS BÍBLICAS: 1Re 19, 16b.19-21 * Gal 5, 1.13-18 * Lc 9, 51-62

En muchas ocasiones se ha hablado de la radicalidad del Evangelio. Y es que con frecuencia tenemos la tentación de añadirle un poco de aceite, como a los engranajes, para que se pueda digerir mejor, es decir, para poder aceptar las enseñanzas del Señor poniendo el mínimo de reparos.

Muchas veces la palabra del Señor produce escándalo. Por ejemplo cuando el Señor Jesús dice: «No se puede servir a Dios y al dinero» o cuando insiste en que: «Si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo lejos de ti… » o «Cuando te abofeteen en la mejilla derecha, presenta también la otra» o «Al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames». Estas y otras frases parecidas, producen en nosotros cierto rechazo porque nos vemos impotentes para llevarlas a la práctica. También les ocurrió lo mismo a muchos que escucharon en la sinagoga de Nazaret el discurso sobre el Pan Vivo. En aquella ocasión dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Y desde aquel momento dejaron de seguir a Jesús.

En estas ocasiones, sucede que siempre hay algún exégeta o estudioso de la Biblia, que gusta de buscar cinco pies al gato, es decir, pretenden interpretar las palabras del Señor buscando significados diferentes. “Aquí, dicen, lo que Jesús quería decir es que…” y añaden aceite a la Palabra, para que pueda pasar con mayor facilidad.

Hemos expuesto todo este largo preámbulo, porque en el evangelio de hoy, también el Señor usa de expresiones duras hacia aquellos que se acercan y que pretenden seguirle. A uno que ha manifestado el deseo de seguirle le responde: «Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro es él mismo el que le llama diciéndole: «Sígueme». Y ante la objeción que éste le pone: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre», el Señor le contesta: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios». A muchos de nosotros esta respuesta nos hace pensar: ¡Qué poca consideración tuvo el Señor con este pobre hombre! Finalmente, a uno que le dice: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi padre», le responde: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios».  

¿Queremos mayor radicalidad que ésta? Hay una frase popular que ilustra perfectamente estas respuestas del Señor. Dice así: “Esto es como las lentejas, si quieres las tomas y si no, las dejas” Dicho de otro modo, es tal la importancia que tiene el anuncio del Evangelio para la vida de los hombres, que sus enseñanzas no pueden en modo alguno tomarse a la ligera. Ya lo dijo el Señor en otra ocasión: «El que no está conmigo, está contra mí y el que no recoge conmigo, desparrama».

Por eso, hoy, nos invita el Señor a ti y a mí, a tomarnos muy en serio la llamada que nos ha hecho para colaborar con Él, en la salvación de aquellos que nos rodean. Podemos pensar que sus palabras son a veces duras y difíciles de cumplir, pero el Evangelio no puede descafeinarse, no puede rebajarse. Nosotros podremos llevarlo a la práctica, si tenemos presente que Él está siempre a nuestro lado para ayudarnos en nuestra impotencia. No se trata de esforzarnos, se trata de pedir ayuda, de pedir fortaleza y sabiduría al Espíritu Santo, para que en nuestras deficiencias, incluso en nuestros pecados, sea Él el que actúe a través de nosotros. Sólo necesitamos ser dóciles y dejarnos llevar por sus inspiraciones.

 

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