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PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO -C-

PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO -C-

«LEVANTAOS, ALZAD LA CABEZA, SE ACERCA VUESTRA LIBERACIÓN »

 

CITAS BÍBLICAS: Jer 33, 14-16 * 1Tes 3, 12-4,2 * Lc 21, 25-28.34-36

Con este domingo primero de Adviento damos comienzo a un nuevo año litúrgico. Si durante el año que acabamos de terminar fueron las lecturas del evangelio de san Marcos las que nos propuso la Iglesia, durante el presente van a ser las que se tomarán del evangelio según san Lucas.

Hace quince días san Marcos nos hacía presente la escatología, los hechos que tendrán lugar al final de los tiempos, y que culminarán con la segunda venida de nuestro señor Jesús. Hoy, cuando damos comienzo a un nuevo año, san Lucas pone en boca del Señor la descripción de los acontecimientos terribles que precederán a su segunda venida.

Todos tenemos la certeza de que el universo en el que vivimos no es eterno, que camina, como afirman los científicos, de una manera implacable hacia su destrucción. Signos en el sol, la luna y las estrellas, un mar embravecido, terremotos y otros fenómenos físicos, anunciarán la llegada inminente del Señor, que se manifestará a todos los hombres con gran poder y gloria. La Escritura nos dice: «Todo ojo lo verá, también los que lo traspasaron… porque como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del Hombre en su Día».

¿Sucederá esto en nuestra generación? ¿Seremos nosotros testigos de estos acontecimientos? No lo sabemos. Como dijo hace quince días el Señor a sus discípulos, «De aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre». De lo que sí tenemos certeza es que estas palabras del Señor, hallarán cumplimiento un día. Es importante, por tanto, atender a la recomendación del Señor: «Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir, y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre».

El Señor no quiere crear en nosotros inquietud, pero tampoco desea que vivamos nuestra vida como si nunca tuviera que terminar. Nuestra vida terrestre es un accidente temporal. No fuimos creados para este mundo, sino para el Cielo. Sin embargo, con frecuencia sentimos la tentación de montar definitivamente nuestra tienda en este mundo, por eso las palabras del Señor no pretenden amedrentarnos, sino llamarnos la atención sobre la vida eterna para la que hemos sido creados, y a la que estamos destinados.

En cada generación suceden con mayor o menor intensidad las señales que anuncian el final de los tiempos. Terremotos, guerras, fenómenos atmosféricos, persecuciones, falsos mesías que proponen caminos de felicidad erróneos… es necesario que esto sea así, porque también para cada generación hay un final que es preludio de aquel al que se refiere el Señor en este evangelio.

El Señor nos invita a permanecer alerta, a estar despiertos, a evitar que nuestra mente se embote con el vicio, la bebida y la preocupación por el dinero, y que aquel día, el que Él nos tiene reservado para cada uno, nos encuentre desprevenidos y caiga sobre nosotros como un lazo. Quiere también que no nos acobardemos ante los acontecimientos adversos. Nos dice: «Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación». No temamos, pues, su venida. Cuando venga a por nosotros lo hará para salvarnos. Mantengámonos de pie con la cabeza levantada. Esa es la postura del resucitado, no por nuestros méritos, sino por su amor y misericordia. Es Él, el que nos ayuda a estar en pie esperando su venida.


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