SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
«ESTOS SON LOS QUE VIENEN DE LA GRAN TRIBULACIÓN»
CITAS BÍBLICAS: Ap 7, 2-4.9-14 * 1Jn 3, 1-3 * Mt 5, 1-12a
Celebramos hoy la Solemnidad de Todos los Santos. Hacemos presente en este día a todos aquellos, padres, hijos, hermanos, parientes y conocidos nuestros, que sin haber sido canonizados oficialmente por la Iglesia, están disfrutando en el Cielo de la presencia de Dios, e interceden ante Él por todos nosotros que todavía nos encontramos en camino hacia la vida eterna.
Esta salvación última es la que nos ha ganado el Señor Jesús muriendo en la Cruz y resucitando del sepulcro al tercer día. Esta salvación es universal y gratuita, y alcanza a todos los hombres que han existido, que existen y que existirán. La única condición que el Señor pone para que sea efectiva, es que cada uno de nosotros la desee con todo su corazón. Hasta este punto respeta Dios nuestra libertad. A nadie de nosotros nos salvará a la fuerza.
Todos nosotros estamos llamados a ser, de los que, como dice el Apocalipsis, están con vestiduras blancas delante de Cordero. Por nuestros pecados quedaron manchadas nuestras túnicas, pero ha sido la Sangre del Cordero la que les ha devuelto la blancura original, dándonos la posibilidad de estar ante Él disfrutando de la vida eterna.
El evangelio de hoy es el de las Bienaventuranzas, según san Mateo. Si hemos prestado atención, habremos comprobado que el Señor Jesús llama dichosos a aquellos que el mundo desprecia. A los sencillos, a los humildes, a los pequeños. A los que lloran, a los hambrientos. A aquellos que practican la misericordia, que son limpios de corazón, que trabajan por la paz, o que son perseguidos por causa de la justicia. Todos estos, nos dice el Señor, son dichosos, son bienaventurados. Sin embargo, para el mundo son unos fracasados, a los que se pisotea y menosprecia.
A los que obran según el evangelio, el mundo no los considera, porque su escala de valores es totalmente opuesta a la de Dios. El mundo es prepotente, egoísta, soberbio, y lascivo. Ama al dinero y admira al que pretende ser el primero. En cambio Dios, se complace en el humilde, en aquel que es consciente de su debilidad y pequeñez, y que, precisamente por esto, tiene puesta su confianza en Él.
El Señor en las Bienaventuranzas nos muestra el retrato del auténtico cristiano. De aquel que acomoda su vida a lo que es la voluntad de Dios, que se olvida de sí mismo y que solo busca el bien de los demás.
Nosotros, ahora, podemos preguntarnos: ¿Es así mi vida? ¿Es ese mi retrato? Si somos sinceros reconoceremos que nuestra vida anda muy lejos de lo que dice el Señor. Amamos al dinero, nos gusta pasarlo bien, procuramos no complicarnos demasiado la vida y acallamos nuestra conciencia dando alguna que otra limosna. Esta es nuestra situación. Y yo ahora me pregunto, ¿pretendemos así ser felices? ¿Lo somos en realidad?
El Señor, en el evangelio, viene a sacarnos de nuestro error. Viene a decirnos que no nos fiemos de lo que dice el mundo. Nadie siguiendo sus dictados ha logrado ser feliz. Él, hoy, nos muestra el camino para lograrlo. Sabe, sin embargo, que somos pecadores incapaces de poder seguirlo, porque nadie que no tenga en su interior su Espíritu puede obrar así. Por eso está junto a nosotros, camina a nuestro lado. Está dispuesto a regalarnos ese Espíritu si nosotros se lo pedimos. Nos ha elegido precisamente para esto, para que los de fuera vean dónde está la verdad y para que también la Luz ilumine sus vidas.
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