Blogia
Buenasnuevas

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO  -B-

«EL HIJO DEL HOMBRE HA VENIDO A SERVIR, NO HA VENIDO PARA QUE LE SIRVAN »

 

CITAS BÍBLICAS: Is 53, 10-11 * Heb 4, 14-16 * Mc 10, 35-45

 Nos hemos referido en múltiples ocasiones a la necesidad que el hombre siente en su interior de ser, de no querer pasar desapercibido, de que los demás le consideren y le tengan en cuenta. Necesitamos reafirmar nuestro yo a toda costa. Este impulso, este deseo, lo experimenta el hombre a causa de su pecado.

Todos hemos sido creados para ser felices. Dios nos hubiera hecho un flaco favor si nos hubiera creado para vivir una vida de sufrimientos, enfermedades y continuos problemas. Nos ha creado para ser eternamente felices; pero solo podemos alcanzar esa felicidad si nuestro corazón rebosa del amor de Dios. El Señor, al crearnos nos ha hecho también el regalo de la libertad, de manera que no nos veamos obligados a amarle a la fuerza.

Lo que ha ocurrido es que tú y yo, usando mal de esa libertad, en vez de vivir unidos a Él, le hemos dado la espalda por el pecado y hemos perdido la razón de nuestra existencia. Aquel que nos daba la vida, que nos hacía felices, ha desaparecido, ya no le vemos por ninguna parte. Por eso buscamos en las criaturas la razón última de nuestro ser. Ya no es el amor de Dios el que llena nuestro corazón y nos hace sentir felices. Ahora es a los que nos rodean a los que pedimos la vida. Necesitamos ser los primeros, destacar entre los demás, buscar en su consideración y en su afecto llenar el hueco que en nuestro corazón ha dejado el amor de Dios.

También los Apóstoles tenían ese problema. Lo vemos en el evangelio de hoy, donde Santiago y Juan, piden al Señor sentarse en su gloria uno a su derecha y otro a su izquierda. ¡Casi nada! El Señor Jesús les dice: «No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?» Ellos responden: «Lo somos», pero el Señor les dice que el cáliz lo van a beber y va a ser bautizados con su mismo bautismo, pero que no le corresponde a él, asignar los lugares que ellos pretenden ocupar.

Quizá a bote pronto, juzguemos mal a estos dos hermanos pensando que son unos egoístas, pero nos equivocamos. No son peores que los demás. No son peores que tú y que yo. El resto de los discípulos al conocer las pretensiones de Santiago y Juan, se indignan contra ellos. Pero no nos equivoquemos, su indignación se debe a que también a ellos les apetece ocupar esos primeros puestos.

El Señor los reúne y aprovecha la ocasión para decirles: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Vosotros nada de eso: el que quiera ser el primero, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos».     

Esta es la regla de oro del cristiano; que del mismo modo que el Señor, siendo Dios, se abajó hasta nuestra miseria, así también él, el cristiano, se convierta en servidor de todos los hombres. Piensa, si no, ¿qué necesidad tendremos tú y yo de honores y cargos, cuando nuestro  corazón esté lleno del amor de Dios que es la fuente de la plenitud y la felicidad? Nada necesitaremos. Nada apeteceremos.

Si comprobamos que esto no es así, que todavía buscamos en las riquezas, en los afectos y en las cosas materiales nuestra razón de ser, es porque nuestra fe es muy débil, es porque nuestro corazón todavía está lleno de ídolos a los que pedimos la vida, aunque son incapaces de darnos la felicidad. De todas formas, no nos desanimemos. Pidamos, pues, al Espíritu Santo que realice en nosotros el milagro de llenar nuestro corazón con su amor, de manera que nada de este mundo nos apetezca, y que seamos capaces de experimentar, la satisfacción, la alegría profunda que da el servir a los demás.

0 comentarios