DOMINGO VII DE PASCUA - LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
«ASCENDIÓ AL CIELO Y SE SENTÓ A LA DERECHA DE DIOS »
CITAS BÍBLICAS: Hch 1, 1-11.44-48 * Ef 1, 17-23 * Mc 16, 15-20
Con este domingo alcanza pleno cumplimiento la misión que el Padre puso en las manos del Señor Jesús. Vino a darnos a conocer el amor del Padre hacia nosotros que no teníamos salvación posible. Vino a poner rostro a Dios, ya que para nosotros era imposible imaginar la figura de Dios-Padre. El Eterno se acercaba así de una manera material a su criatura.
Cumplida esta misión, pagada con creces la factura que teníamos pendiente, y vencida por completo la muerte, celebramos hoy que el Señor Jesús asciende al cielo para sentarse a la derecha de Dios.
La obra redentora del Señor se ha llevado a cumplimiento, pero quedaría incompleta si no continuara aplicándose a cada nueva generación. Ciertamente el Señor Jesús con su muerte y resurrección, pagó por todos los pecados, pasados, presentes y futuros, que habíamos cometido o que íbamos a cometer. Sin embargo, esta salvación universal, requiere ser aplicada a cada nueva generación que aparece sobre la tierra. El Señor esto lo sabe, y por eso hoy nos dice: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado».
Si bien es cierto que la voluntad de Dios es que «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad», no es menos cierto que el Señor respetará siempre hasta el extremo nuestra libertad. Es necesario, por tanto, dar a conocer a todos los hombres la salvación que Dios-Padre nos ha otorgado en su Hijo Jesucristo, respetando al mismo tiempo la libertad individual, que puede aceptar o rechazar esta salvación. La salvación o la condenación son, pues, fruto de la aceptación o rechazo de esta salvación.
El evangelio nos dice: «El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios». ¿Qué significado tiene para nosotros esta frase? Podríamos pensar, sencillamente, que el Señor una vez cumplida su misión, regresa al cielo junto al Padre de donde había partido. Sin embargo, esta frase tiene para nosotros un significado mucho más profundo. Afirmar que el Señor está sentado a la derecha de Dios, significa que al Hombre-Dios, Cristo Jesús, se le ha otorgado todo poder en el cielo y en la tierra. Que sentado a la derecha de Dios, no se ha desentendido de su Iglesia y de cada uno de nosotros que formamos parte de ella. Está, por una parte, mostrando sus llagas divinas al Padre, haciendo presente continuamente, que ese es el precio que ha pagado por tu salvación y por la mía. Por otra parte, revestido de todo poder, está siempre dispuesto a ayudarnos en nuestra lucha continua, contra el maligno.
Él conoce nuestra debilidad y nuestra impotencia. Sabe que ante el sufrimiento somos cobardes, y que por querer huir de él, caemos en el pecado con gran facilidad. No olvida que nuestro hombre de la carne, herido por el pecado, no puede vencer a las fuerzas del mal. Nos ve impotentes a la hora de dominar nuestro carácter violento, a la hora de controlar las exigencias de nuestro sexo, y sobre todo, a la hora de perdonar a aquellos de nos ofenden injustamente. Tiene también presente las dificultades que encontramos a la hora de afrontar nuestros problemas de salud o los conflictos en la familia, etc. etc. Por eso desea que confiemos en Él y que invoquemos su nombre, su poder, para vencer a todo aquello que nos destruye. Quiere que nos apoyemos en Él, para caminar por encima de las turbulentas aguas de la vida, para no hundirnos y perecer. Él es el Señor de todo lo que nos oprime y amarga la vida. No lo dudemos: ¡Invoquemos su Nombre! Con toda certeza, no nos defraudará, no quedaremos confundidos.
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