FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA
«EL NIÑO CRECÍA Y SE ROBUESTECÍA Y LA GRACIA DE DIOS LO ACOMPAÑABA»
CITAS BÍBLICAS: Eclo 3, 2-6.12-14 * Col 3, 12-21 * Lc 2, 22-40-37
En el domingo que cae dentro de la octava de Navidad, la Iglesia celebra la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.
Si siempre ha sido necesario hacer presente a la Familia de Nazaret, es hoy para la Iglesia una necesidad ineludible. La familia es para la Iglesia la garantía de su permanencia en el mundo. Esta afirmación parecerá a muchos exagerada, sin embargo, es así, porque así lo ha dispuesto Dios-Padre. En la plenitud de los tiempos, cuando el Señor consideró conveniente llevar a cumplimiento la promesa hecha a su pueblo, no fue otro el medio elegido para que la Segunda Persona de la Trinidad, el Hijo, se encarnara. Dios eligió a una familia, para que su Hijo entrara en el mundo de la manera más adecuada.
Sin la familia, no existiría la Iglesia, ya que el Señor ha dispuesto que sea ella el lugar idóneo en donde se geste y se transmita la fe. Esto es de sobra conocido por el Maligno, que en su lucha acérrima contra Dios, tiene en la familia el flanco adecuado para intentar destruir la obra del Señor que es la Iglesia. Destruida la familia cristiana, se destruiría al mismo tiempo el semillero de los hijos de Dios.
Hemos citado al Maligno y es fácil que esto a más de uno le haga esbozar una sonrisa condescendiente. Hoy, incluso en el interior de la Iglesia, no se cree en el demonio, y esta es precisamente su mayor victoria. ¿Cómo se va a luchar contra alguien en el que no se cree? Sin embargo, ¿quién incitó al hombre a ocupar el lugar de Dios? ¿Quién ha sembrado en el interior del hombre la conveniencia e incluso la necesidad, de acabar con la vida de un ser indefenso en el seno de la madre? ¿Quién nos ha hecho dar un sinfín de razones para que aquellos matrimonios que encuentran dificultades para la vida en común, se rompan sin tener en cuenta el daño que se hace a los hijos? ¿Quién ha sembrado en el corazón del hombre el falso derecho a decidir sobre la orientación sexual y el género que quiera elegir para su vida? ¿Quién, con la excusa de defender la libertad personal, nos hace aceptar modelos de familia tales como aquellas que están formadas por dos hombres o por dos mujeres, negando el derecho de los hijos a tener un padre y una madre? Todo esto son cargas de profundidad que el maligno coloca en la línea de flotación de la familia. Él ha convencido al hombre y a la mujer, de que nadie de fuera debe decidir sobre su cuerpo. “Mi cuerpo es mío, y solo yo decido lo que es o no conveniente para él”.
Lo peor de todo lo que llevamos dicho, lo más grave, es que esta manera de enfrentar la vida que solapadamente nos ofrece el maligno, va penetrando en aquellos que formamos parte de la Iglesia, de manera que acabamos considerando como normal lo que a los ojos de Dios es totalmente reprobable. Por eso, hoy, la Iglesia, nos hace dirigir la mirada hacia la que ha de ser modelo y paradigma de la familia y en especial de la familia cristiana. Nos muestra a la Santa Familia de Nazaret. Una familia en la que el amor es el lazo que da cohesión a la vida. Una familia en la que el padre hace presente a Dios ejerciendo la autoridad, como un servicio amoroso a los restantes miembros del grupo familiar. Jesús y María se someten a la autoridad, no al autoritarismo ni a la tiranía de José como cabeza de familia. Una familia en la que los padres enseñan al hijo a conocer y a amar al Padre del cielo. Una familia que además de la fe, se afana en transmitir al hijo los valores cívicos que harán de él un ciudadano ejemplar.
Ese es el modelo a seguir por nuestras familias, que han de ser el lugar idóneo en el que deben crecer nuestros hijos para llegar a ser no solo miembros de la Iglesia, sino también miembros útiles a la sociedad.
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