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DOMINGO XXIX DE TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO XXIX DE TIEMPO ORDINARIO

«DAD AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS»

 

CITAS BÍBLICAS:  Is 45, 1.4-6 * 1Tes 1, 1-5b * Mt 22, 15-21

 

Los escribas y fariseos, contrarios a la predicación del Señor, están al acecho intentando encontrar algo de que acusarle para dejarle en evidencia delante del pueblo. No encontrando nada al respecto, toman la iniciativa planteándole una cuestión casi insoluble humanamente.

Israel se encuentra bajo el dominio de los romanos. Esta situación supone para el pueblo la carga de tener que pagar impuestos a aquellos que les oprimen. Como es lógico los israelitas sienten odio hacia los romanos y no pueden aceptar de ningún modo esta obligación.

 

Los escribas y fariseos, aprovechando esta situación, plantean al Señor Jesús un dilema: «¿Es lícito pagar impuestos al César?» Ellos conocen la complejidad de la cuestión. Si el Señor dice que sí, automáticamente se granjea la repulsa de los que le siguen. Si dice que no, tienen un motivo grave para acusarle delante de las autoridades romanas, que no tardarán en detenerle.

 

El Señor se limita a pedirles la moneda con la que se pagan los impuestos. Ellos le muestran un denario. El Señor pregunta: «¿De quién es esta inscripción y a quién corresponde esta imagen?» Al César le responden. Entonces, les dice: «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Ante la sabiduría que encierra esta respuesta, nada pueden objetar y se retiran.

 

Nosotros podemos preguntarnos: ¿Cuál es nuestra postura con relación a Dios y a nuestros deberes como miembros de la sociedad? ¿Somos conscientes de que debemos cumplir nuestras obligaciones como ciudadanos? La Iglesia, basándose en la Escritura, reconoce que toda autoridad proviene de Dios. Por lo tanto, las leyes que la autoridad promulgue son para nosotros de obligado cumplimiento. ¿Todas?, nos preguntamos. No. Solo aquellas que estén de acuerdo con la ley de Dios o con la ley natural. Tenemos, pues, obligación de cumplir todas aquellas leyes que sean justas, que busquen el bien común y que respeten la ley natural que Dios ha grabado en el corazón del hombre.

Lo expuesto significa la prevalencia de la voluntad de Dios por encima de las leyes de los hombres. «Dad a Dios lo que es de Dios», dice el Señor Jesús. ¿Qué significa esto? Significa que por encima de toda ley humana está el precepto «Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas». Toda norma, ley o decreto humano que no respete este precepto, debe ser rechazada por aquel que se considere cristiano.

 

Nos ha tocado vivir en una sociedad que está dando la espalda a Dios. Una sociedad desorientada, insensata y ególatra, de la que emanan leyes perversas que no respetan la vida, como las que se refieren al aborto o la eutanasia, que no defienden a la familia, y que presumen de ser legales, porque las han promulgado cámaras legislativas elegidas democráticamente. Normas tan absurdas y destructivas como las que emanan de la ideología de género, que defiende que el sexo no tiene su origen en la naturaleza, sino que es algo que cada individuo puede elegir siguiendo sus preferencias particulares.

 

Con todas estas leyes, contrarias a la ley natural, el hombre pretende ocupar el lugar de Dios. Ya no es Él el primero. Por tanto, no solo no deben ser acatadas por un cristiano, sino que tienen que ser combatidas.

 


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