DOMINGO XIV DE TIEMPO ORDINARIO -A-
"VENID A MÍ LOS QUE ESTÁIS CANSADOS Y AGOBIADOS"
CITAS BÍBLICAS: Za 9, 9-10 * Rm 8, 9.11-13 * Mt 11, 25-30
El evangelio de este domingo pone de manifiesto la relación filial del Señor Jesús con el Padre. De su corazón, un corazón que es todo amor, sale un profundo agradecimiento por la obra que el Padre a través de él, ha hecho con sus discípulos.
El Señor Jesús, en primer lugar, agradece al Padre que se complazca al hacer partícipes de sus designios, a los pequeños, a los pobres, a aquellos que no cuentan para los demás. Son ellos los depositarios de una sabiduría que el mundo desconoce. ¿A qué sabiduría se refiere el Señor? La sabiduría escondida, aquella que el mundo desconoce es la sabiduría de la Cruz.
La cruz, dice san Pablo, es escándalo para los judíos y necedad para los griegos. Para el mundo es maldición, pero para los elegidos es señal de salvación. Esta sabiduría no es posible alcanzarla si no es por medio de la revelación. Ha de ser el señor el que abra la inteligencia para hacer ver como una bendición, lo que para el mundo es un escándalo.
Contra lo que pudiéramos pensar, la cruz de cada día no es una carga que el Señor deposita sobre nuestros hombros. La cruz, de la que no podemos escapar, es fruto de nuestro pecado. Es el peaje que todos tenemos que pagar por haber elegido hacer nuestra voluntad dejando de lado lo que era la voluntad del Señor.
La Cruz en contra de lo que piensa el mundo, es para el cristiano signo de salvación y de vida. Cada vez que contemplamos la Cruz se nos hace presente el gran amor con que el Padre nos ha amado. Su amor por nosotros ha superado toda medida, al permitir que su querido Hijo derramara en ella hasta la última gota de sangre. Ver en la cruz y en los acontecimientos de la vida ordinaria que la hacen presente, como enfermedades, problemas económicos, enfrentamientos familiares graves, etc., un medio de salvación, requiere la iluminación de lo alto. Esa es la sabiduría que el Padre ha dado a los pequeños, a los pobres, a aquellos que no cuentan para la sociedad.
Sin la cruz no hay salvación. Así lo manifestó el Señor Jesús cuando afirmó: «El que no tome su cruz y me siga, no puede ser discípulo mío». Pero, tomar la cruz, no es algo que podamos llevar a cabo con solo nuestro esfuerzo. Soportar la cruz agobia y cansa. La cruz aplasta. Por eso hoy, el Señor Jesús nos dice, «Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo (mi cruz) y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón… porque mi yugo es suave y mi carga ligera».
Dicho en otras palabras: No puedes soportar esa enfermedad grave y los dolores que te acarrea; no puedes asumir tu situación de paro y las consecuencias que tiene en tu familia, gastos necesarios a los que no puedes hacer frente; es insoportable el enfrentamiento que vives con tus hermanos, con tus padres o con tus hijos, a causa de malos entendidos o por motivos de una herencia. No eres capaz de hacer frente a ese vicio oculto que te humilla; estás esclavizado por el sexo, las drogas, el alcohol o el tabaco… etc., etc. ¿Es esa tu situación? ¿Vives amargado, aunque intentas disimularlo, y la vida se te hace excesivamente pesada? Ven a mí. La cruz que yo he soportado es infinitamente más pesada que la tuya. Yo he cargado con ella, para poder hacer más ligera la tuya. Yo, quiero ser tu cirineo, yo quiero ayudarte a llevar tu cruz de cada día. Quiero que experimentes que conmigo, con mi ayuda, la vida es mucho más soportable.
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