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SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

«TÚ ERES EL MESÍAS, EL HIJO DEL DIOS VIVO»

En este domingo celebramos la fiesta de san Pedro y san Pablo, por lo tanto las lecturas de la misa serán las que corresponden a esta solemnidad de la Iglesia.

 

           San Pedro y san Pablo son los dos candelabros, los dos olivos que aparecen en el Apocalipsis. Son las columnas de la fe. Pedro, elegido por el Señor para ser la roca sobre la que edificará su Iglesia. Pablo, vaso de elección para hacer llegar la Buena Nueva a todos los gentiles.

 

  En el evangelio de hoy vemos al Señor que lleva a sus discípulos a un lugar apartado, a Banias en Cesarea de Filipo, cerca de las fuentes del Jordán. Va instruyéndoles y les va preparando para los acontecimientos que Él ha de vivir en Jerusalén. De momento se detiene y les hace la siguiente pregunta: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?». Los discípulos le dan respuestas para todos los gustos, que si Elías, que si alguno de los antiguos profetas, etc. Parece ser que al Señor Jesús no le importa demasiado lo que digan las gentes. Lo que sí le importa es lo que piensan sus discípulos de él, por eso les pregunta sin rodeos: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?».

 

  Pedro, sin dar opción a que los demás respondan, dice de inmediato: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La respuesta del Señor tampoco se hace esperar: «¡Dichoso tú Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… te daré las llaves de reino de los cielos… » Con estas palabras, el Señor Jesús otorga a Pedro la primacía sobre los demás apóstoles y sobre sus discípulos.

 

  Hoy, en esta asamblea han resonado estas mismas palabras. Hoy, ha sido el señor el que nos ha preguntado a ti y a mí: «Y tú, quién dices que soy yo?» ¿Qué podemos responder? Tengamos en cuenta que esta pregunta es vivencial, o sea que no puede ser contestada mediante teorías o cosas aprendidas en el catecismo. La pregunta es directa. El Señor nos dice: vamos a ver, ¿tú me conoces o no? Tú, que te llamas cristiano, ¿a quién sigues? ¿Crees verdaderamente que yo soy el Hijo de Dios?

 

  Pedro, al responder al Señor lo hace desde su experiencia. Hace cerca de tres años que le sigue. Ha sido testigo de su predicación y de los signos, milagros, que la han acompañado. No tiene ninguna duda de que está delante del Mesías, delante del Hijo de Dios hecho hombre. Y tú, ¿tienes acontecimientos en la vida en los que has visto con toda seguridad que eran obra de Dios?

 

  Quizá nunca te has hecho esta pregunta. Quizá si hoy el Señor te la formulara, no sabrías qué responder. Por eso te invito a tener los ojos muy abiertos. A analizar los acontecimientos de tu vida, para comprobar que el Señor no ha subido al cielo y se ha desentendido de ti. Que en muchas ocasiones, cuando los problemas de todo tipo, familiares, de salud, de dinero, etc., te han desbordado por completo y no has sido capaz de encontrarles solución, ha sido Él, el que ha intervenido en tu vida ayudándote. No se te ocurra achacar estas cosas a la suerte o al azar. Ni la suerte ni el azar existen. Lo que sí existe es la providencia de Dios. Lo que sí existe es la presencia del Señor Resucitado entre nosotros, dispuesto a ayudarnos siempre que lo invoquemos. Comprobar cómo actúa en nuestra existencia, es lo que hace crecer nuestra fe en Él. Una fe que nos son creencias o teorías. Una fe que es experiencia de la obra del Señor en nuestra vida. 

 

 

 

 

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