PRESBITERADO: ¿PROFESIÓN O VOCACIÓN?
PRESBITERADO: ¿PROFESIÓN O VOCACIÓN?
Propongo esta cuestión, precisamente en el domingo en que la Iglesia celebra el Día del Buen Pastor.
Hace bastantes años se encontraban en los pueblos tres figuras, que tenían como denominador común la vocación: el cura, el médico y el maestro. El primero entregaba su vida al cuidado espiritual del rebaño que la Iglesia le había confiado. La preocupación del segundo era el cuidado de la salud corporal de los vecinos. El tercero dedicaba su vida a la formación integral de los futuros ciudadanos. Los tres, por vocación, trabajaban por el bienestar espiritual y material de las personas.
Los adelantos y el progreso de la sociedad, no siempre han supuesto mejoras en la vida de las personas. Lo que en otro tiempo suponía vocación y entrega al servicio de los demás, con frecuencia se ha corrompido. En nuestras relaciones ha puesto sus reales el individualismo. En nuestro trabajo lo que prima es la ganancia material, por lo que, lo que eran vocaciones han pasado a ser meras profesiones liberales.
Por desgracia, también la Iglesia se ha visto afectada por este cambio. Muchos de sus miembros se han convertido en funcionarios, a los que resulta difícil aplicar la figura del Buen pastor que hoy celebramos. Lamentablemente son demasiados los párrocos y presbíteros que se dedican a conservar a duras penas lo que tienen, sin lanzarse a la búsqueda de la oveja perdida. No entienden que para ellos no exista un horario laboral, que la vocación a la que les ha llamado el Señor, comporta la dedicación exclusiva; que sobre sus derechos, priman los derechos del rebaño.
Todo esto es lo que el papa Francisco pedía en su diócesis a sus sacerdotes y hoy lo sigue pidiendo a toda la Iglesia universal. “No os quedéis en la parroquia esperando que lleguen las personas. Si no vienen, id vosotros a buscarlas”.
Esta actitud también nos afecta a nosotros los fieles. Hemos de estar junto a nuestros pastores, ayudándoles con la oración y colaborando estrechamente con ellos en la misión que la Iglesia les ha confiado. Donde ellos no llegan, puedes llegar tú. Nuestra cercanía evitará que se sientan francotiradores. La misión es de todos y entre todos la tenemos que llevar adelante.
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