LA FAMILIA EN PELIGRO
Vivimos en una sociedad, en la que cada vez con más insistencia se ataca a la familia. Aunque nos referimos a la familia en general, es a la familia cristiana a la que con mayor virulencia se agrede desde diferentes frentes, en particular desde el terreno político.
No es de extrañar que esto suceda así. Muchos políticos tienen como objetivo diseñar una sociedad a su imagen y semejanza. Una sociedad regida según sus criterios, en muchas ocasiones alejados o contrapuestos a los valores tradicionales que defiende la cultura cristiana.
Es necesario ridiculizar valores como la fidelidad, la castidad preconyugal, el respeto al propio cuerpo, etc., mostrándolos como ataduras trasnochadas que cercenan la libertad del individuo. Es necesario así mismo, legislar favoreciendo el divorcio o el aborto, so pretexto de que cada uno es dueño de su cuerpo. Esto último lleva también a defender la promiscuidad en las relaciones sexuales ya que, según defienden, el cuerpo es de cada uno y está hecho para gozarlo. Se hace necesario también reconocer el derecho que cada persona tiene, a elegir el género que más se adecue a sus inclinaciones sexuales. Es intolerable, se dice, obligar a una persona a permanecer dentro de un cuerpo con unos atributos, que no reconoce como propios.
Para que estas teorías se lleven a la práctica y distorsionen lo que la ley natural muestra como correcto, se utilizan toda clase de medios. Cabe citar en especial la televisión, que de una manera solapada y amable, nos muestra lo felices que son las personas que siguen estos dictados.
No hay ninguna serie de televisión famosa, en la que no aparezcan escenas en que las relaciones sexuales fuera del matrimonio, no se den como lo más normal. Así mismo, es raro no encontrar parejas de homosexuales o lesbianas que vivan una relación envidiable.
Con esta política se nos empuja de una manera sutil, a considerar como normales, situaciones del todo reprobables. Es una manera solapada de minar a la familia y a los valores que representa. Porque es en ella la cuna en la que se transmiten los valores tradicionales y cristianos, se hace necesario desacreditarla, tachándola de retrógrada y de estar anclada en el pasado, defendiendo unos valores que hoy están superados.
Nuestra obligación como cristianos, es estar alerta para no dejarnos arrastrar por estos vientos de error, protegiendo a nuestros hijos de su nefasta influencia.
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