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DOMINGO II DE ADVIENTO -A-

DOMINGO II DE ADVIENTO -A-

«CONVERTÍOS PORQUE EL REINO ESTÁ CERCA»

 

CITAS BIBLICAS: Is 11, 1-10 * Rom 15, 4-9 * Mt 3, 1-12

En este segundo domingo de Adviento nos encontramos con uno de los tres protagonistas del Adviento: Juan el Bautista. Los otros dos son, la Virgen María, y el profeta Isaías del que escucharemos hoy un fragmento de su profecía. Los tres nos ayudarán a penetrar en un tiempo fundamental, el Adviento, dentro de la Historia de la Salvación.

Juan es el Precursor del Mesías. El anuncio del Mesías lo encontramos a través de toda la Escritura. Los patriarcas y los profetas anunciaron durante siglos que Dios-Padre enviaría al mundo un Mesías, un Salvador, que libraría del pecado a todos los hombres. Ellos fueron los encargados de mantener viva esta esperanza en el pueblo. Llegada la plenitud de los tiempos y a punto de cumplirse la promesa de Dios, es Juan el encargado de preparar al pueblo para que cuando llegue el Mesías encuentre un pueblo bien dispuesto. Hoy lo vemos encarnando la figura que anuncia el profeta Isaías cuando dice: «Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos».

Juan decía: «Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos». Esta llamada a conversión de Juan resuena hoy aquí para ti y para mí. Hoy, somos nosotros, que no somos mejores que aquellos a los que predicada Juan, los que, viendo nuestra realidad de pecado, nuestras esclavitudes y defectos, hemos de volver los ojos hacia el cielo reconociendo que necesitamos también un Salvador.

La llamada a conversión de Juan alcanza también a los fariseos y saduceos, que constituían en Israel el estamento religioso por excelencia. No teme anunciarles que deben dar buenos frutos, porque el hacha ya está puesta a la base de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será talado y arrojado al fuego. No pensemos que estas palabras fuertes eran dichas sólo para los escribas y saduceos, también nosotros debemos aplicárnoslas. También nosotros necesitamos convertir nuestro corazón, para poder recibir adecuadamente a Aquel que viene a bautizar con Espíritu Santo y fuego.

Convertirnos supone reconocer que no hacemos aquello que agrada a Dios. Reconocer, que nos buscamos a nosotros mismos. Que somos egoístas pegados a las cosas materiales y al dinero. Reconocer que no tenemos un corazón limpio, sino que las apetencias del sexo nos dominan. Reconocer, finalmente, que muchas veces somos rencorosos y tenemos dificultad en perdonar. Para librarnos de todo esto que, aunque muchas veces no lo reconozcamos, nos hace infelices, llega Él. Viene a salvarnos. Viene a librarnos de las esclavitudes que nos atan y que hacen pesada nuestra vida.

El primer paso para convertirnos es reconocer que todo lo que decimos de nuestra vida es verdad. No tratemos de esconder nuestras debilidades y flaquezas. Él, no se escandaliza de ellas porque nos conoce muy bien, y sabe que el Padre lo envía, precisamente, a salvar lo que no tiene salvación. Alegrémonos, pues, porque, como dice san Pablo a los Romanos, «La salvación está ahora más cerca que cuando empezamos a creer». Sería imperdonable rechazar la salvación que el Padre nos ofrece gratuitamente en la persona del Señor Jesús, que ya llega. 

 

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