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DOMINGO IV DE PASCUA -C-

DOMINGO IV DE PASCUA  -C-

«MIS OVEJAS ESCUCHAN MI VOZ, Y YO LAS CONOZCO Y ELLAS ME SIGUEN».

 

CITAS BÍBLICAS:  Hch 13, 14.43-52 * Ap 7, 9.14b-17 * Jn 10, 27-30

En este cuarto domingo de Pascua la Iglesia nos muestra al Señor Jesús encarnando una figura entrañable: la del Buen Pastor. El hecho de que el pueblo de Israel haya sido tradicionalmente un pueblo de pastores hace que los israelitas conozcan de primera mano, la especial relación que existe entre el pastor y las ovejas de su rebaño. El pastor ama a sus ovejas. Las conoce a todas por su nombre. Conoce sus caprichos y preferencias. Las cuida con mimo buscando para ellas los mejores pastos y los manantiales de aguas más limpias y frescas. Finalmente, las defiende de los lobos rapaces llegando incluso a dar la vida por ellas.

No es de extrañar, por tanto, que el Señor en el Antiguo Testamento, elija en distintas ocasiones esta relación para poner de manifiesto el amor que como pastor siente hacia las ovejas de su pueblo Israel. También el pueblo siente esta relación y se complace en presentar al Señor como a su pastor. Lo vemos, por ejemplo, en el salmo 23 cuando el salmista exclama: «El Señor es mi pastor, nada me falta».

No nos ha de extrañar, pues, que el Señor Jesús guste presentarse ante sus discípulos como el pastor que ama tiernamente a sus ovejas, y que está dispuesto a entregar su vida por ellas. De igual modo que el pastor conoce a sus ovejas, él nos conoce a cada uno por nuestro nombre. Para Él no somos un número más. De manera que sabe cuáles son nuestras necesidades, nuestros sufrimientos, nuestros caprichos y nuestros pecados. Conoce también que nos pesan las dificultades de la vida, y está siempre dispuesto a echarnos una mano y a cargarnos sobre sus hombros. Él, en el sendero de nuestra vida camina delante, va abriendo camino para que nosotros siguiendo sus huellas no nos perdamos.

Hemos visto cuáles son los cuidados y los mimos que el Señor dedica a las ovejas de su rebaño. Ahora llega el momento de ver cuál ha de ser la respuesta de las ovejas a los cuidados y desvelos del Buen Pastor. La virtud principal que podemos observar en las ovejas es la docilidad. Las ovejas obedecen al pastor de una manera ciega. No cuestionan sus decisiones. Tienen plena confianza en él. ¿Podemos afirmar que tú y yo, ovejas del rebaño del Señor, seguimos sus huellas y nos dejamos llevar Él sin poner en duda sus indicaciones? ¿No actuamos, con frecuencia, como las cabras que quieren buscarse la vida y no les gusta someterse al pastor?

La oveja que está junto al pastor es la que recibe sus cuidados y sus mimos. La cabra, sin embargo, es altiva, montaraz y no quiere someterse. Es orgullosa y autosuficiente. Como busca su vida lejos del pastor, difícilmente puede beneficiarse de sus cuidados. ¡Cuántas veces nosotros actuamos así! No nos gusta que nos digan lo que hemos de hacer. Nos consideramos personas adultas que saben perfectamente lo que han de hacer, sin necesidad de que nadie se lo diga. Obrando así, nos exponemos a no recibir ayuda en los momentos de dificultad. No seamos necios. No seamos como las cabras. Caminemos junto a nuestro Pastor y agradezcamos sus cuidados. 

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