ACTUALIDAD ECLESIAL: MUERTE DEL PAPA Y FUTURO CÓNCLAVE

ACTUALIDAD ECLESIAL: MUERTE DEL PAPA Y FUTURO CÓNCLAVE
La Iglesia Católica, la tuya y la mía, ha vivido durante estos días pasados un acontecimiento de gran importancia: la muerte del papa Francisco, que ha conmocionado no sólo a los creyentes, sino que ha tenido también una gran respuesta a todos los niveles incluyendo el estamento político.
Hoy, lo que a nosotros nos concierne, es elevar al Señor nuestras oraciones para que por una parte use de misericordia con el papa Francisco, y por otra, le conceda disfrutar a su lado del premio merecido por el servicio que durante su vida ha prestado a la Iglesia.
A nivel eclesial, lo que ahora se nos presenta es el gran acontecimiento del cónclave, del que saldrá elegido el nuevo sucesor de Pedro.
No podemos caer en la tentación de pensar que, como la obra es de Dios, sin duda el Espíritu Santo pondrá al frente de su Iglesia a la persona adecuada. Esta es una manera muy simple de razonar que está lejos de la realidad. Entramos en el binomio de lo que es voluntad de Dios y de lo que Dios permite. No nos equivoquemos. La elección del nuevo papa está sin ninguna duda en manos de los cardenales, que son hombres con sus virtudes y sus defectos.
El Espíritu Santo, sin duda, ya se está empleando a fondo inspirando en los electores el nombre de la persona adecuada, pero respetando en todo momento su libertad. De manera que una cosa es lo que él inspira a cada elector, y otra es lo que el elector decida. Esto significa que el nuevo papa puede que no sea necesariamente aquel que el Señor desea. Sin embargo, nos ha de tranquilizar saber que el Señor aprovecha todos los acontecimientos que permite, siempre en nuestro provecho y con vistas a nuestra santificación
Podemos preguntarnos: ¿Qué es lo que ahora, a nosotros, miembros de la Iglesia nos concierne? La respuesta es sencilla. No podemos cruzarnos de brazos esperando el desarrollo de los acontecimientos. Somos miembros vivos de la Iglesia y por tanto debemos involucrarnos en todo aquello que a la Iglesia compete. Tenemos para ello una poderosa arma: la Oración. Nos tranquiliza conocer el trabajo que, sin duda, ya está llevando a cabo el Espíritu Santo, pero nosotros haremos bien en pedirle que no sólo inspire a cada elector el nombre de la persona adecuada, sino que haga algo que es quizá más importante. Que conceda a cada cardenal el don de la docilidad. Dicho de otro modo, que lo haga dócil a sus inspiraciones, de manera que la persona elegida no sólo sea la que Dios permite, sino también la que Dios quiere.
Involucremos también en nuestra oración a nuestra Madre la Virgen María. Ella es Madre de La Iglesia y también Madre de los Apóstoles. Pongamos en sus manos a los cardenales electores, para que toque sus corazones y les conceda la sabiduría y disponibilidad necesarias, a fin de que elijan para la Iglesia a la persona adecuada.
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