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DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO -C-

«NO LES QUEDA VINO»

 

CITAS BÍBLICAS: Is 62, 1-5 * 1 Cor 12, 4-11 * Jn 2, 1-11 

San Juan en el evangelio de este domingo nos narra un hecho entrañable en Caná de Galilea, al inicio de la vida pública del Señor. En esta población se celebraban las bodas de unos conocidos de la familia del Señor Jesús. Él, con María, su madre, y sus discípulos, estaban invitados a la fiesta. Es bueno saber que una boda en Israel, que implicaba prácticamente a toda una población, no tenía la duración que tiene una de las nuestras que, como mucho, reúne a los invitados la víspera y el día de la boda. La fiesta se prolongaba durante varios días en los que abundaban ricos manjares y corría con generosidad el vino.

En esta ocasión estuvo a punto de ocurrir un percance que podía echar a rodar una celebración tan festiva, suponiendo a la vez un mal presagio para la vida del joven matrimonio. Se había calculado mal la cantidad de vino necesaria, hasta el punto de que empezaba a escasear. Quizá nadie, a excepción de los sirvientes, se había percatado de lo que estaba ocurriendo. María, sin embargo, buena observadora como mujer, se da cuenta de lo que está ocurriendo y sin más, se acerca a su Hijo y le dice: «No les queda vino». La respuesta del Señor es un tanto extraña: «Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora». La Virgen, sin tomar en cuenta esta respuesta, dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». El evangelio sigue diciendo que había allí seis grandes tinajas de piedra de las empleadas para las purificaciones. El Señor ordena a los sirvientes llenarlas de agua. Lo hacen así y les manda llevar una muestra al maestresala para que dé su aprobación. Probada el agua convertida en vino dice el maestresala al novio: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora».

Hemos dicho al principio que nos encontrábamos ante un pasaje entrañable del Evangelio. Lo es, sobre todo, porque pone de manifiesto cómo es el corazón de aquella que el Señor en la Cruz nos dio como Madre. La Virgen no se queda impasible ante el sufrimiento y el ridículo que supone para los pobres novios quedarse sin vino. En los acontecimientos ocurridos en la historia de Caná, éste ocuparía un lugar destacado. Quizá ya ancianos, la gente aún recordaría que, en la boda de este matrimonio, faltó el vino.

Otro detalle entrañable lo constituyen las palabras de la Virgen a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». De la Virgen hemos recibido al autor de nuestra vida y de nuestra salvación, y hoy, como entonces, nos lo muestra para que a través de Él alcancemos la felicidad plena.

En nuestra vida aparecen acontecimientos desagradables que provocan sufrimientos superiores a nuestras fuerzas. Muchas veces nos quedamos sin vino, sin alegría, sin encontrar sentido a nuestra vida. Es entonces cuando la Virgen, siempre pendiente de nosotros, nos muestra a su Hijo como remedio de todos nuestros males y nos dice: «Haced lo que él os diga».

Tengamos la certeza de que la Virgen está siempre dispuesta a asumir la misión que el Señor Jesús le encargó desde la Cruz. Es nuestra Madre amorosa y conoce perfectamente todo aquello que nos sucede, tanto si son acontecimientos agradables como aquellos que nos reportan sufrimientos. Ella, a diferencia de nuestra madre de la tierra, no sólo nos ama, sino que además tiene poder y voluntad para librarnos del mal. Recurramos siempre a ella como hicimos de pequeños con nuestra madre de la tierra.

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