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DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

DOMINGO XIII DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

«NO TEMAS; BASTA QUE TENGAS FE»

 

CITAS BÍBLICAS: Sb 1, 13-15; 2, 23-25 * 2Cor 8, 7-9.13-15 * Mc 5, 21-43

El problema más grande que tenemos que resolver en la vida es el de la muerte. Sin embargo, vivimos la vida sin afrontarlo porque sabemos que no tenemos la solución en las manos. Adoptamos más o menos la táctica del avestruz. Procuramos que nada nos la haga presente. Por eso, cuando es posible, sacamos de la población los hospitales y los cementerios, procurando ignorar todo aquello que nos recuerda que nuestra estancia en este mundo no es definitiva.

El Libro de la Sabiduría nos habla hoy, precisamente, del tema de la muerte. La primera afirmación que hace es rotunda. En contra lo que normalmente pudiéramos pensar, nos dice: «Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes». «Dios, dice, creó al hombre incorruptible, haciéndolo imagen de su misma naturaleza». Nos aclara a continuación cuál ha sido, entonces, el origen de la muerte: «Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen».

Cuando el hombre, tú y yo, se encuentra ante el hecho de la muerte, comprueba su total impotencia para salir de ella. No está en nuestras manos vencer a la muerte. Sólo puede vencerla Aquel que es la Vida misma. Así nos lo hace ver hoy san Marcos en su evangelio.

Jairo, jefe de la sinagoga, busca al Señor, se echa a sus pies y le ruega con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva». El Señor accede y se va con él. De camino, avisan al padre de que su hija ha muerto. La respuesta del Señor es reconfortante: «No temas; basta que tengas fe».

Al llegar a la casa el alboroto es enorme, todos lloran y se lamentan a gritos. El Señor entra con los padres, acompañado de Pedro, Santiago y Juan, en la estancia donde se encuentra la niña. La coge de la mano mientras le dice: «Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate». Inmediatamente la niña se pone en pie y echa a andar.

Este pasaje es para todos nosotros, para ti y para mí, reconfortante. Todos, lo aceptemos o no, vivimos bajo la esclavitud de la muerte. Como ha dicho el libro de la Sabiduría, el demonio, por envidia y ante la imposibilidad de hacerle daño a Dios, ha conseguido seducirnos aparatándonos de Él haciéndonos saborear la muerte. Lo lamentable es que una vez que la muerte se ha enseñoreado de cada uno de nosotros, nos encontramos imposibilitados para romper los lazos que nos atenazan.

Y aquí viene la buena noticia. ¿Qué es lo que el Señor Jesús dice a Jairo cuando le comunican que su hija ha muerto? «No temas; basta que tengas fe». Fe, ¿en quién? En aquel que ha sido capaz de hacer regresar de la muerte a la hija de Jairo. La misma fe que ha tenido la hemorroísa cuando en el camino ha tocado el borde del manto del Señor, y se ha visto curada de su enfermedad. Es necesario que, como ella, descubramos que aquel que pasa por nuestra vida tiene poder de librarnos de la muerte y del pecado.

Ahora yo te pregunto: ¿Crees tú eso? ¿Crees tú que el Señor Jesús es el enviado del Padre para librarnos de las esclavitudes a las que nos tiene sometidos el pecado? ¿Crees que Él es capaz de vencer en ti ese orgullo que exige que todo gire a tu alrededor, creyéndote el centro del universo? o ¿ese egoísmo que te impide acercarte al otro para echarle una mano?  o quizá ¿esa sexualidad desenfrenada que hace que los demás se conviertan para ti en meros objetos de placer? Si es así, alégrate, porque el Padre, que te ama, lo ha enviado a tu vida como Salvador. Llámalo, invócalo, dile, como Jairo, que también tú estás en las últimas. Si lo haces así, escucharás de sus labios aquella palabra: «Levántate».

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