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DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-

«SI TU HERMANO PECA, REPRÉNDELO A SOLAS ENTRE LOS DOS»

 

CITAS BÍBLICAS: Ez 33, 7-9 * Rm 13, 8-10 * Mt 18, 15-20

El evangelio de hoy viene a ayudarnos arrojando luz sobre cuál es nuestra situación dentro de la Iglesia. ¿Qué buscas o qué quieres conseguir perteneciendo a la Iglesia? Seguramente me dirás: mi salvación. Esta respuesta es cierta, pero no es exacta. El Señor no te ha llamado a su Iglesia para salvarte. La salvación ya nos la otorgó el Buen Dios en la Cruz y Resurrección del Señor Jesús. Nuestra misión en la Iglesia es hacer llegar a todos los que nos rodean, aunque no pisen el templo, la noticia de la misericordia y la salvación que el Padre a otorgado a todos los hombres a través de la Cruz del Señor Jesús.

Con facilidad podemos caer en la tentación de buscar en la Iglesia nuestra salvación personal, o sea, buscar salvarnos de una manera individual. Pensar así es erróneo ya que la Iglesia es un cuerpo formado por muchos miembros. Nosotros sólo somos un miembro más de ese cuerpo cuya cabeza es el Señor Jesús. Si estamos convencidos de esto, será fácil comprender el evangelio de hoy, que gira alrededor de la corrección fraterna. El Señor nos dice: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos». Quizá me preguntes, ¿qué derecho tengo yo a meterme en la vida de mi hermano para corregirlo? Te pongo un ejemplo. Tu cuerpo está formado por muchos miembros. Cuando uno de ellos, la mano, el pie, la cabeza, el corazón… cae enfermo, ¿qué haces? Inmediatamente, el resto de miembros buscan remedio porque tu cuerpo no puede desenvolverse con normalidad teniendo un miembro enfermo. Lo mismo sucede en el cuerpo de la Iglesia. Cuando algún miembro falla, los demás hemos de preocuparnos y acudir en su ayuda, de manera que todo el cuerpo pueda seguir trabajando con normalidad, cumpliendo la misión que ha puesto en sus manos el Señor Jesús.

En la corrección fraterna, o sea, cuando corregimos a un hermano, hemos de tener presente que lo hacemos porque lo queremos y buscamos su bien y el del resto de la comunidad. Nunca debemos corregir pensado que tenemos la razón. La razón, cuando falta el amor, no sirve para nada. El Señor dice en la Escritura: «Yo a quien amo, corrijo y reprendo». Dicho de otro modo, corrige y reprende porque ama. Si obramos así, buscando por encima de todo el bien del hermano, siendo el móvil el amor, se cumplirán las palabras del Señor: «Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo…».

Para afianzar más aún la convicción de que en la Iglesia todos somos hermanos, al final del evangelio el Señor nos da a conocer la fuerza que tiene la oración en comunidad. Buena es la oración individual, pero es mucho más eficaz, tiene mucha más fuerza, la oración comunitaria, por eso nos dice: «Os aseguro que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo». Y añade la razón última para que esto sea así diciendo: «Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos».


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