DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO -A-
«NO TENGÁIS MIEDO A LOS QUE MATAN EL CUERPO...»
CITAS BÍBLICAS: Jer 20, 10-13 * Rm 5, 12-15 * Mt 10, 26-33
El evangelio de hoy nos invita a que, cuando en nuestra vida nos encontremos en situaciones o vivamos acontecimientos que, teniendo una razón concreta, nos es difícil explicar o entender, remitamos la justicia a Dios. Para estas ocasiones, el Señor viene a decirnos: No tengáis miedo, no os molestéis en dar explicaciones. Todo lo que hoy está oculto, llegará un día en que verá la luz. No temáis a los hombres. Vuestro temor ha de tenerme a mí como centro. Si algo tenéis que temer es que yo desaparezca de vuestras vidas. Ese es el santo temor de Dios.
Las palabras que siguen son ciertamente consoladoras. El Señor nos hace presente su providencia. Él cuida de todo y todo lo mantiene. En nuestra vida encontramos unos acontecimientos que nos parecen buenos y otros malos. Sin embargo, no es correcto pensar que Dios es el origen de estos acontecimientos. Todo, enfermedades, desgracias, y sufrimientos, así como todo lo que nos satisface y produce en nosotros alegría, sucede, desde luego, porque él lo permite. Sin embargo, nada malo nos llega de sus manos. Lo dice en el Libro de la Sabiduría: «Dios no hizo la muerte ni se alegra con la destrucción de los vivientes». Lo que sí es cierto, es que aprovecha todos estos acontecimientos para corregirnos y educarnos. Nada hay que para Él pase desapercibido. Hasta la venta de unos pajarillos, como dice hoy el evangelio. Por eso, para nuestra tranquilidad, para que podamos vivir sin ningún temor nos dice: “No tengáis miedo, no hay comparación entre vosotros y los gorriones.”
El Señor nos conoce tan profundamente que tiene contados hasta los cabellos de nuestra cabeza. Él sabe de nuestras necesidades, inquietudes, problemas, sufrimientos y debilidades. Nada de cuanto nos acontece le es extraño. Todo tiene su sentido y todo tiene su razón de ser. De manera que, para el cristiano, la casualidad o la suerte no existen. Ya hemos dicho que el Señor aprovecha todo lo que nos ocurre para educarnos y corregirnos. Por eso, es importante saber leer en los acontecimientos de cada día, lo que el Señor quiere decirnos.
La voluntad de Dios es, sin duda, la que Jesús expresa al final del Evangelio. Quiere que no tengamos miedo a confesar su nombre. Que, dejando aparte todo respeto humano, seamos capaces de manifestar que somos sus discípulos. Que en una sociedad que está dando la espalda a Dios, y aún más, que está negando su existencia, de palabra y de obra lo hagamos presente sin ningún reparo. De ser así, si nos ponemos de su parte delante de los hombres, tendremos la certeza de que Él, un día, ante Dios su Padre, también se pondrá de nuestra parte.
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