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DOMINGO III DE PASCUA -A-

DOMINGO III DE PASCUA -A-

«QUÉDATE CON NOSOTROS PORQUE ATARDECE»

 

CITAS BÍBLICAS:  Hch 2, 14. 22-23 * 1Pe 1, 17-21 * Lc 24, 13-35

Dentro de Tiempo Pascual en que nos encontramos, la Iglesia nos ofrece hoy uno de los pasaje del Evangelio más entrañables y con una aplicación a nuestras vidas que no tiene pérdida alguna.

Se trata del pasaje de los Discípulos de Emaús, que en la tarde del día de la Resurrección del Señor caminan hacia su aldea un tanto apesadumbrados, comentando los acontecimientos de los que acaban de ser testigos en Jerusalén. El Señor Jesús se pone a caminar con ellos, aunque ellos no le reconocen, y se interesa por la conversación que van llevando. Ellos se extrañan de que desconozca lo ocurrido al profeta Jesús de Nazaret, y que ellos no entienden, pues esperaban que fuera el libertador de Israel. Él les dice: «¡Qué necios y torpes sois para no creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?» Luego comenzando por Moisés y pasando por todos los profetas, les va explicando todo lo que a él se refiere en la Escritura.

Al llegar cerca de la posada el Señor muestra la intención de no detenerse. Ellos le apremian diciendo: «Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída». Jesús accede y entra con ellos en la posada. Sentados a la mesa Jesús toma el pan, pronuncia la bendición y se lo entrega. En ese momento ellos lo reconocen, pero desaparece de su presencia. Ellos comentan: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» Y dando media vuelta regresan a Jerusalén para hacer partícipes de su experiencia al resto de los discípulos, resaltando que le habían reconocido al partir el pan.

Hemos hablado al principio sobre las aplicaciones que este pasaje tiene en nuestras vidas. En primer lugar, nos da la certeza de que, en el camino de nuestra vida, el Señor Jesús, que está vivo y resucitado, camina junto a nosotros. Él sabe que nuestra felicidad radica en descubrir que no estamos solos, que Él está cercano y dispuesto a echarnos una mano en tantos y tantos problemas que nos agobian. No solo actúa en nuestra vida cuando nosotros lo invocamos. En el pasaje de los discípulos de Emaús, es Él el que sale a su encuentro y se deja encontrar.

Lo que sucede es que con frecuencia nuestros ojos no son capaces de descubrirlo. Nos pasa como a aquellos dos discípulos. El Señor se acerca a nosotros en la persona de ese mendigo que, cuando pasas delante de él te alarga la mano para que le ayudes. En esa persona anciana, o enferma, tu vecina o tu familiar, que te busca para contarte sus cuitas, sus problemas, sus enfermedades, sus recuerdos. Lo que busca en el fondo es que llenes un poco su soledad. El Señor te busca cuando tu hija, tu hijo o tu mujer, esperan un poquito de compresión por tu parte o una palabra de ánimo, ante sus errores, sus caídas o fracasos. ¿Sabemos descubrir en cada uno de ellos la figura del Señor?

Otra cosa importante de este pasaje es comprobar, cómo al Señor lo podemos descubrir en las Escrituras, en la predicación y sobre todo en la Eucaristía, en la Fracción del Pan. A través de estas presencias reales nos llegará su ayuda para afrontar todos los acontecimientos, favorables o adversos, de nuestra vida.

Finalmente, es importante hacer nuestra la oración de estos dos discípulos: «Quédate con nosotros, le dicen, porque atardece y el día va de caída». También para muchos de nosotros atardece en nuestra vida y el día va de caída, por eso es necesario experimentar a nuestro lado la presencia del Señor para que nos consuele, nos fortalezca, y sea su amor el que nos dé fuerzas para continuar viviendo.


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